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HA… CHE RETà PARAGUAY ✓

MINTIÓ

Hoy se cumplen dos años de un hecho importante en el proceso de consolidación de la democracia paraguaya: el día que el pueblo castigó con su voto la corrupción y la pobreza en que sesenta y un años de gobiernos colorados arrogantes sumieron a este castigado país. Se produjo entonces un hecho pocas veces registrado en nuestra historia: los ciudadanos, por una vía pacífica, generaron la alternancia en el ejercicio del poder.   

En ese eufórico momento, todos creímos que ese día sería el comienzo del fin de nuestros males. El punto de inflexión a partir del cual, de una vez por todas, se diera nacimiento a un nuevo país y a un estado de cosas que sepultara definitivamente la pesada herencia de corrupción que dejaba tras de sí la nefasta era de hegemonía política colorada. La esperanza, la necesidad de creer, de confiar en alguien que liderara un proceso de reconstrucción moral de la Nación, llevó a los ciudadanos a depositar en las manos del candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), Fernando Lugo, la administración general de los asuntos del Estado. Este se presentaba a sí mismo como el portaestandarte del “cambio”, y la mayoría del pueblo paraguayo así lo creyó.     Lamentablemente, de forma paulatina pero sistemática, los paraguayos han sido defraudados en su confianza. Ello fue atribuido inicialmente a la escasa experiencia en la administración del Estado del nuevo gobernante y de sus principales colaboradores. Se consideró entonces que era oportuno y conveniente ampliar el margen de tiempo que de forma general se concede a las nuevas autoridades para que puedan emprender su tarea con relativo suceso, máxime considerando el legado funesto con el que debían lidiar.   

Pero el tiempo fue pasando y las muestras de un verdadero compromiso con el cambio prometido por el nuevo gobierno nunca se materializaron. Las malas artes de la vieja sucia política fueron surgiendo una tras otra. Las promesas efectuadas durante la campaña política se quedaron en el olvido.   

El combate a la corrupción que se había prometido no superó la categoría de mero enunciado vacuo. En el nuevo gobierno, en el del “cambio”, comenzaron a asomar graves hechos de venalidad similares a los cometidos por los gobiernos anteriores, que se están repitiendo en distintas instancias. El nepotismo se mantuvo intacto. Hoy mismo, a exactos dos años del triunfo de Fernando Lugo, dos destacados referentes del gobierno, el titular de la Secretaría de Emergencia Nacional, Camilo Soares, y el presidente de Petropar, Alberto González Meyer, ofrecen a la ciudadanía el triste espectáculo de ser objeto de imputación por parte del Ministerio Público para investigar su eventual responsabilidad en graves actos de venalidad dentro de sus instituciones.

Tampoco se registraron avances en el sensible tema de la reforma agraria, una de las promesas pilares del programa de gobierno aliancista. Los campesinos aún marchan hasta la capital para exigir no solamente la posesión de tierras, sino para reclamar escuelas, caminos, recursos financieros y conocimientos básicos para hacer productivos los campos que, de hecho, ya muchos tienen en su poder.

El contrabando continúa rampante y nadie es capaz de ponerle freno. Las aduanas son coladores por donde se filtra todo tipo de mercaderías y productos, originales y falsificados, armas, drogas, de todo entra y sale del país con toda tranquilidad. No se avizora ninguna solución.

El pueblo paraguayo ha sido engañado, se le ha mentido burdamente. La confianza que ha depositado en el actual mandatario, que pudo cosechar un gran número de adhesiones políticas gracias a su antigua condición de religioso, ha sido abiertamente defraudada. Hoy por hoy, tenemos un Presidente que aún no puede sacudirse los reiterados escándalos en que su propia vida privada lo ha envuelto.

La sensación de frustración no podía ser mayor. Fernando Lugo desperdició un precioso caudal político durante los primeros dos años de su gestión, precisamente aquellos en los que debía adoptar las decisiones más cruciales para producir un verdadero cambio en el país. El, sin embargo, ha privilegiado y dedicado sus esfuerzos a tratar de imponer una ideología perimida cuyo fracaso ha sido estrepitoso en aquellos países en que se instauró a sangre y fuego, con un costo de millones de vidas y el empobrecimiento de la gente.   

Si algún logro se obtuvo, fue parcial. La supuesta “gratuidad de la salud”, por ejemplo, lo único que pudo ofrecer es atención médica universal, pero sin médicos, enfermeras y medicamentos suficientes. La otra gran “conquista”, el incremento por parte del Brasil del pago en concepto de cesión de energía no consumida de Itaipú, es apenas una mera declaración de intenciones, ya que a casi un año de la firma del acuerdo no existe ninguna garantía de que el Congreso del vecino país apruebe lo dispuesto. Además de ser una migaja a cambio de la cual el Gobierno se avino a renunciar a su promesa electoral de reivindicación de soberanía energética, exigiendo la renegociación del Tratado de Itaipú y la libre disponibilidad de energía.   

Ante este decepcionante estado de cosas, la ciudadanía paraguaya tiene hoy poco para celebrar. La mentira nunca podrá ser objeto de festejo alguno, y este gobierno ha mentido a su pueblo. En realidad, esta debiera ser una jornada de reflexión para Fernando Lugo: debe decidir qué lugar pretende ocupar en la historia, el del gobernante que cumplió con su palabra y preparó a su país para enfrentar días mejores, o el del presidente que no tuvo la capacidad ni el coraje suficientes para encarar eficazmente la tarea de renovación moral del país que sus compatriotas le encomendaron.

 


19 de Abril de 2010

2 comentarios

Anónimo -

En qué país vive Lugo?
por Mabel Rehnfeldt

Hasta las 15:10 de la tarde del viernes, el 70% de 2.050 personas decían en Abc Digital que el país que esta semana pintó Fernando Lugo en el Parlamento no era un país real. Solo el 22% de los votantes consideraba vivir en un país exactamente igual al paisaje que pintó el Presidente en el Congreso.

Dos años lleva gobernando Lugo. Casi 730 días.

Demasiados proyectos y enunciados ideales de un país más solidario pero menos práctico fueron la tónica del blablá presidencial. Y aquí llega la pregunta que esta semana tuve que responderme profesionalmente hablando: ¿es Lugo el peor de los gobernantes que tuvo Paraguay?

No. Le falta todavía para alcanzar a los peores. Solo que es aquel en quien más esperanzas se depositaron, por lo cual el desencanto es más monumental. Si además de esto consideramos que encontró un país saqueado moral y económicamente, la alfombra con la que ingresó al Palacio de López estaba sembrada de cáscaras de banana que él no supo administrar.

Estas justificaciones no alcanzan para explicar su indiferencia, su ambigüedad política y la inutilidad que en más de setecientos días no han logrado imprimir rumbos más certeros para la economía y políticas más sustentables de seguridad social que el mero limosnerío.

Su administración adolece de los mismos males que tanto cuestionábamos al Partido Colorado: siguió el prebendarismo con distintos clientes, los recaudadores han cambiado de facha, la corrupción tiene nuevos amos, el nepotismo contrató a nuevos sobrinos, primos, amantes y hermanos y las contrataciones siguen favoreciendo a los amigos. Como si todo fuera poco, la censura y el poco apego a respetar el disenso junto al miedo a la libertad hasta se dan el lujo de sacar de circulación libros, ¡libros!, cuando no consiguen sacar de circulación la inseguridad ni el miedo.

Lugo se cuidó muy bien de no mencionar el terrible tráfico de influencia que se sigue dando con su gobierno. Cual piezas de ajedrez, se contrata y se remueve gente dependiendo del padrinazgo existente. Varios grupos de poder político y económico se siguen repartiendo –como en los viejos tiempos– pedazos sabrosos de la torta estatal. Y están en su primer anillo de poder; ¿se le puede perdonar que los ignore o se haga el desentendido?

Lugo se cuidó muy bien de no mencionar los casos de corrupción que le pudieron probar a sus funcionarios: Emergencia Nacional, tercerizaciones en la SAS, Petropar, las publicidades de Itaipú y Yacyretá, los pagos a radios ilegales, adulteraciones de facturas, contrataciones que tuvieron que ser suspendidas, denuncias de corrupción en Puertos. Dos de esas instituciones tienen hasta procesos judiciales con imputaciones de sus titulares, Petropar y Emergencia Nacional.

Lugo también se cuidó de no mencionar que las victorias de Itaipú son hasta el momento letra muerta, estampadas en un par de hojas con membretes oficiales. Intenciones, buenas intenciones, iguales al empedrado que lleva al infierno, mientras Yacyretá continúa sin aclarar una deuda que todos presumimos inflada e ilegal.

Y, por supuesto, tampoco contó de las negociaciones y los remates al mejor postor de instituciones como la Contraloría, la Fiscalía, la Defensoría Pública y ya ni mencionar las vacancias que faltan completar en la Corte y en el Tribunal Superior de Justicia Electoral. Las sorpresas ya se develaron con la resurrección de Víctor Bogado y de González Daher, pero, ¿qué más negociaron?

Así las cosas, que el gobierno, y todos nosotros, estemos discutiendo que el poder retire de circulación una enciclopedia con biografías políticamente incorrectas, es una burla. Una burla porque hasta aquí las únicas “incorrecciones” (Margarita Morselli dixit) son las que practican nuestros gobernantes.

Anónimo -

El cambio no se detiene... pasa de largo
por Nancy Espínola
Hace dos años, el ex obispo de la Iglesia Católica Fernando Lugo llegaba al final de su campaña electoral para los comicios del domingo 20 de abril del 2008. Con la palabra cambio en cada uno de sus discursos, conquistó a todo un pueblo deseoso de elegir a alguien que se preocupe en mejorarle su condición de vida y ayudarle a salir de la pobreza galopante.
Hoy, a dos años, como muchas otras veces, la esperanza se desvanece. Lo que el gobierno del cambio vino a hacer fue mucho más de lo mismo, y en algunos casos peor. El amiguismo, el clientelismo político, el nepotismo, el gigantismo estatal, la corrupción, siguen gozando de buena salud y crecen robustos.
Con Lugo, miles de familias ahora no se preocupan de trabajar. Un amigo me comentaba hace algunos días que su empleada doméstica prefirió ir a quedarse a su natal Curuguaty, en vez de seguir trabajando en su casa. Le dijo a su patrón que en su pueblo la Secretaría de Acción Social le pagará un sueldo de poco más de 200.000 y con eso ya se va a manejar.

Simplemente, dejó de trabajar. No tengo dudas de que ese es el pensamiento de miles de personas. El presidente Lugo, en vez de ayudar a producir para generar riqueza, está ayudando a aumentar las canchas de vóley a lo largo y ancho del país para quienes se sientan a esperar el dinero del Estado. A más de uno le llama la atención cuando va a Ciudad del Este o Encarnación la cantidad de canchas de vóley y hombres fortachones jugando, desde el mediodía. De qué se van a preocupar si papá Estado les va a dar su dinerito a fin de mes. Es el plan de lucha contra la pobreza. Es el plan para seguir fabricando más y más pobres.

Mientras, los funcionarios de gobierno ubican a sus familiares, amigos y parientes en cargos públicos. Para Miguel López Perito eso no es nepotismo. Sí lo era cuando él estaba en la vereda de enfrente y en el poder estaban los colorados. No solo no admiten la falta, sino responden con que los parientes también tienen derecho a trabajar. Irónicamente los parientes con derecho a trabajar se quedan, sin ningún concurso de méritos, con los mejores cargos y las mejores pagas, como los dos sobrinos de Lugo en Itaipú y Yacyretá, uno gana G. 4.000.000, el otro G. 20.000.000; o la esposa de Marcial Congo en Itaipú, con un sueldo de G. 15.000.000.
Se ha dado un retroceso en la institucionalización de algunos organismos, como el caso de las Fuerzas Armadas, donde de la mano de Luis Bareiro Spaini se ha descabezado a la institución, se ha permitido el uso de un cuartel para la realización de un evento político y se ha degradado a oficiales de carrera utilizándolos de chofer o custodio de autoridades del Poder Ejecutivo, en absoluta violación de la Constitución. Y con estos tres puntos apenas estoy comenzando a citar los desaciertos del gobierno, que son tantos y, lo peor, no hay voluntad para corregirlos, ni del Presidente ni de sus colaboradores.
A los referentes del gobierno diariamente se los escucha decir que “el cambio no se detiene”. ¿De qué cambio hablan? De la mansión de Camilo Soares, los viajes de placer del Presidente o las camionetas 4x4 en la que se pasean gracias al dinero del pueblo. Son los cambios más visibles. Para el pueblo, el cambio no llegó, pasó de largo. Miguel López Perito dijo la última vez que si prospera el juicio político nos vamos a arrepentir todos. Pidió pensar en el país. Y al presidente Lugo, ¿le importa el país?

abc
3 de Abril de 2010