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HA… CHE RETà PARAGUAY ✓

CONTINÚA EL DEBATE ENTORNO AL MAÍZ TRANSGÉNICO

 

El Ministro de Agricultura y Ganadería (MAG), Enzo Cardozo, viene reiterando en varias declaraciones su voluntad de iniciar los ensayos de experimentación del maíz transgénico, para luego aprobar o rechazar su cultivo.

“Creemos que se deben incorporar las nuevas tecnologías agrícolas para una mejor producción y para ir resolviendo los problemas sociales en el país”, declaraba Cardozo semanas atrás en Itapúa, ante un auditorio repleto de autoridades de la Unión de Gremios del Paraguay (UGP) y grandes productores de este departamento, aludiendo al debate en torno a la aprobación o rechazo para el cultivo legal de maíz transgénico.

El pasado 7 de setiembre, el ministro, perteneciente al PLRA, fue más concreto aún en su interés de avanzar en el proceso legal, técnico y científico para la aprobación de dicho cultivo. El MAG emitió una resolución por el cual declara de “interés Ministerial y Estratégico la realización de la experimentación en las áreas de Biotecnología y Bioseguridad”, bajo la modalidad de “ensayos regulados de organismos genéticamente modificados”. El documento expresa claramente el interés de Cardozo de acelerar el proceso mencionado, en un doble mensaje de voluntad para el efecto dirigido a los agroexportadores y de presión al gobierno de Fernando Lugo.

 

Ante la resolución del MAG, las instituciones  y redes miembros de lacampaña por la vida y los derechos humanos Paraguay libre de maíztransgénico emitieron otro pronunciamiento en la que expresan su preocupación por la intención que tendría el MAG respecto de este producto. El pronunciamiento, emitido el pasado 9 de setiembre, afirma que la intención del MAG es desconocer “la vigencia de las normativas que tiene directa relación para autorizar la experimentación del maíz transgénico”, refiriéndose a las normativas ambientales.

 

La organizadores de la campaña citan la  Ley 294/93, de Evaluación de Impacto Ambiental, en su articulo 7º, la Ley N° 253/93: “Que Aprueba El Convenio Sobre Diversidad Biológica, Adoptado Durante La Conferencia De Las Naciones Unidas Sobre El Medio Ambiente Y Desarrollo - La Cumbre Para La Tierra -, en su Artículo 8º; el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología del Convenio sobre la Diversidad Biológica, en su artículo 1, y, finalmente, Decreto N° 14.281/96 por el cual se reglamenta la Ley N° 294/93 de Evaluación de Impacto Ambiental en su artículo 4.

 

Estas leyes y normativas, según el pronunciamiento, serían violadas si el MAG obvia la licencia ambiental que debe expedir la Secretaría de Medio Ambiente (SEAM) para el inicio de los ensayos de experimentación del maíz GM (genéticamente modificados).

 

El debate en torno a la conveniencia o no de legalizar el cultivo del maíz genéticamente modificado o transgénico se inició con la destrucción de cultivos de estos productos ejecutado por técnicos del Servicio Nacional de Sanidad Calidad Vegetal y de Semillas (Senave). Aquellas destrucciones se iniciaron en la primera semana de agosto pasado. El Senave hacia cumplir la ley de prohibición del cultivo de maíz GM en territorio nacional, obligado por varias leyes y normativas que tiene como misión institucional hacer cumplir. El hecho motivó, primero la aceptación del cumplimiento de la ley, y luego la airada protesta de los agroexportadores contra el gobierno de Lugo por no acelerar el proceso de legalización del cultivo del transgénico.

 

Según cálculos estimativos de técnicos del Senave, existen 100 mil hectáreas de cultivos de maíz transgénico en Paraguay. Las semillas transgénicas fueron introducidas al país de contrabando vía Brasil principalmente, según el ingeniero agrónomo Alberto Romero, director de operaciones del Senave.

 

http://ea.com.py/continua-el-debate-entorno-al-maiz-transgenico/#more-1736

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Anónimo -

Transgénicos, entre técnica y bien común Entrevista a Piero Morandini, profesor de Biotecnologías vegetales y Fisiología vegetal
Por Antonio Gaspari

Ha suscitado un enorme interés y un debate encendido el documento firmado por 40 científicos autorizados que habín participado en un congreso de la Academia Pontificia de las Ciencias (PAS) sobre el tema: “Las plantas transgénicas para la seguridad alimentaria en el contexto del desarrollo”.

Los medios de comunicación se preocuparon en saber si el documento, que firmaban también algunos conocidos miembros de la Academia, reflejaba o no la postura oficial de la Iglesia católica en el tema.

Menos atención se dio al contenido del documento en cuetión, que presenta puntos de vista originales no solo en el sector científico, sino también en el económico-comercial y ético-social, sobre todo en los sectores de la justicia y en los de la defensa del bien común.

Para saber más, ZENIT entrevistó a Piero Morandini, investigador y profesor de Biotecnologías vegetales y Fisiología vegetal ante la Università degli Studi de Milán, además de uno de los dos italianos que participaron en el congreso de la PAS y en la redacción del documento.

-¿Cuáles son los contenidos más importantes del documento publicado al témino del congreso organizado por la Academia Pontificia de las Ciencias?

Morandini: Debo aclarar ante todo que no es un documento de la PAS, sino de un grupo de trabajo convocado por esta para una Semana de Estudio. Es oportuno también añadirque estaban presentes el presidente, el canciller, el cardenal Georges Cottier y varios miembros de la PAS, en particular los que tienen más autoridad en el sector de la biología, es decir, el profesor Werner Arber, uno de los padres de la ingeniería genética y premio Nobel en cuanto co-descubridos de los enzimas de restricción, el profesor Peter Raven, botánico de fama mundial, el profesor Ingo Potrykus, inventor del Golden Rice y organizador de la semana de estudio, el profesor Rafael Vicuña, biólogo molecular chileno y la profesora Nicole M. Le Douarin, bióloga del desarrollo. Todos son científicos de gran fama, cuya estatura no puede ser puesta en duda por nadie.

Por tanto, es justa y debida la precisión de que el documento firmado (http://www.zenit.org/article-37476?l=spanish) no puede considerarse “una postura oficial de la Santa Sede o del magisterio de la Iglesia sobre este argumento”, como aclaró el padre Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Al mismo tiempo, si los miembros de la PAS que son expertos en el sector de la Biología han firmado el documento, esto también quiere decir algo. Los demás miembros de la PAS (físici, matemáticos...) tienen claramente poca autoridad en este sector específico, y por tanto resulta difícil comprender cómo podrían añadir o quitar autoridad al documento, mientras que entre los expertos externos encontramos a gente como Marc van Montagu, uno de los padres de toda la biotecnología vegetal. Además, todo se llevó a cabo en el Vaticano, en la sede de la PAS y a través de la organización de la PAS, no por casualidad, sino también para señalar la atención que el Vaticano y la PAS tienen sobre este tema. Por último y más importante, la PAS había ya sacado un documento propio publicado en 2001 (que entre otras cosas, es claramente retomado en el documento que acaba de publicarse) que era ya muy claro y que está siempre disponible (http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdscien/documents/newpdf/es23.pdf) en el sitio oficial del Vaticano.

Hecha esta necesaria premisa, los tres mensajes principales pueden resumirse así: Primero, esta tecnología, después de 15 años de uso en el mundo real sobre centenares y centenares de millones de hectáreas, ya ha demostrado amplios beneficios, también en los países en vías de desarrollo. Segundo: los riesgos derivados de la modificación genética por transgénesis son los mismos que los que presentan las plantas convencionales, donde en cambio las modificaciones son casuales, , es por tanto insensato someter los productos de la transgénesis a una normativa tan costosa y estricta que hace imposible la aprobación para el cultivo a las universidades y a los centros de investigación públicos. Esta normativa de hecho ha acabado con la posibilidad de que la investigación pública pueda contribuir a resolver los problemas de los países en vías de desarrollo. Estos problemas son principalmente los bajos rendimientos (debidos a enfermedades, plantas parásitas, daños de insectos, sequía, inundaciones, malezas...), pero también carencias nutricionales y alimentos contaminados por toxinas.

En resumen, es la normativa hiperprecavida (pero no científica) y costosa la que impide la explotación de esta tecnología en beneficio de los pobres. Todos los demás obstáculos, es decir, patentes, adaptación a las condiciones locales, falta de fondos para la investigación, etc. son poco relevantes en la práctica.

-¿Cuáles son las novedades de este documento?

Morandini: La claridad en algunos puntos y la visión global. La claridad en decir a quién se opone, quizás por las más sacrosantas indignaciones de este mundo que surgen ante los casos de explotación indigna que se comprueban en ciertos países, que no consideran la gran mole de evidencias científicas y de experiencias en el mundo real, ya que se corre el riesgo de eliminar esta tecnología y de tener el máximo efecto negativo precisamente sobre los pobres, en nombre de los cuales los que se oponen a estas técnicas parecen querer hablar. No podemos seguir debatiendo sobre riesgos hipotéticos e imaginarios cuando estas cosas han sido objeto de estudio y de miles de publicaciones. Es necesario dar un paso adelante, partiendo de cuanto está establecido e intentando resolver problemas. Claridad también porque se reconoce que la ciencia y la empresa tienen la obligación moral de hacer a esta teconología accesible a los menos afortunados. Aunque se reconoce que esto ya se ha hecho en algunos casos, está claro que es posible y se debe hacer más.

Visión global porque se reconoce que con todo los transgénicos (OGM) no son “la” solución a los enormes, numerosos y diversos problemas que afligen a las poblaciones que viven para y de la agricultura en nuestro planeta, y que son cerca de la mitad de la población mundial. De hecho la falta de infraestructuras, de estabilidad política, de educación agrícola... son cuestiones irrenunciables. Sin todas estas cosas, pretender que los OGM sean una varita mágica que puede resolverlo todo, es erróneo y pretextuoso. Pero es evidente que estos mismos problemas se aplican a cualquier tipo de agricultura que no sea la típica de subsistencia, practicada desde hace siglos en muchos países y a menudo asociada a enfermedades y carestías. Estos problemas no son por tanto peculiares de los OGM o una consecuencia de su uso, mientras que, al contrario, algunos de los problemas podrían mitigarse a través de los OGM. Por ejemplo, utilizando plantas que se autoprotegen de los parásitos y que por tanto no necesitan pesticidas. Lo único necesario son las semillas.

- El documento sostiene que los OGM son una gran oportunidad para los agricultores de los países en vías de desarrollo. ¿Puede explicarnos por qué?

Morandini: Son una oportunidad de muchos modos, aunque claramente no existe panacea alguna, porque cada situación debe ser afrontada por sus particularidades: el tipo de problema agrícola, las prácticas locales y también la cultura local (por ejemplo las preferencias alimentarias). Tengo aún ante mis ojos las imágenes proyectadas en la presentación del colega W. Parrott (Universidad de Georgia, EE.UU.) (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-28-Parrott-Myths-Realities-20090518.pdf) en la que hablaba de Guatemala y de la alta incidencia de los defectos del tubo neural como la espina bífida. En ciertas zonas rurales la frecuencia de estos defectos es más de 30 veces la frecuencia que en el mundo occidental, y esto se debe en gran parte al consumo de maíz que contiene ciertas toxinas producidas por hongos que contaminan la cosecha. El maíz transgénico Bt podría reducir drásticamente estos casos porque reduce el daño de los insectos y la consiguiente contaminación por hongos sobre las mazorcas. Invito a todos a leer su informe (http://www.sciencedirect.com/science/article/B8JG4-506RN94-2/2/41a40cb121ad20dd44db6f76d34f1bd5).

Aún estoy conmovido frente a las imágenes de las plantas parásitas que destruyen las cosechas en África, imágenes presentadas por el profesor Jonathan Gressel (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-26-Gressel-Environmental-Risk-20090518.pdf) del Weizman Institute. En muchos países africanos, y no solo en ellos, están presentes plantas parásitas que se aferran con sus raíces a las raíces de las plantas y succionan sus nutrientes. Así por ejemplo el maíz brota, empieza a crecer, pero luego de golpe se marchita y no produce nada porque es aniquilado por la planta parásita, casi como si fuese el maleficio de una bruja; de hecho, estas plantas parásitas, con flores bellísimas, se llaman witchweed, (maleza de la bruja). También aquí la biotecnología podría ayudar a prevenir la infestación muy eficazmente.

Pienso también en la yuca y en otras especies parcialmente tóxicas, o a las amenazadas por virus y parásitos. Pienso en el Golden rice y pido a todos los lectores de ZENIT, les imploro, que vean la novena diapositiva de la presentación del profesor Peter Beyer (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-08-Beyer-Golden-Rice-Crops-20090515.pdf). El Golden rice contiene provitamina A y ha sido creado para prevenir la ceguera y la muerte en niños pobres cuya dieta está basada preferentemente en el arroz, ceguera y muerte debidas a la carencia de la vitamina. La primera versión de la planta transgénica es de 1999, pero llegará, quizás, a los campos de los agricultores pobres de algunos países asiáticos, sólo en 2012.

La imagen que me impresionó más fue una de las presentadas por el profesor Zeigler (http://www.ask-force.org/web/Vatican1/PAS-29-Zeigler-Support-Research-20090518.pdf), director del IRRI (Istituto Internazionale di Ricerca sul Riso con sede en Filipinas). En la séptima diapositiva se ve a un hombre en cuclillas que excava en un campo de arroz después de que éste hubise sido recogido. A la pregunta “¿qué está haciendo?” que Zeigler planteó a su colaborador, éste le dijo: “está excavando para alcanzar una madriguera de ratas para recuperar el arroz que han acumulado en ella”. Si un hombre debe robar a las ratas para poder comer, es obvio que hay problemas con la producción de alimentos. No entro aquí en el problema, si bien relevante, del acceso “financiero” a la comida, problema que necesitaría otro mucho espacio; lo único que quiero decir es que si conseguimos aumentar la producción in loco, esto sólo puede tener un efecto positivo sobre la posibilidad de que los productores tengan suficiente y que los precios del alimento puedan bajar.

Sobre la cuestión más general de la distribución del alimento como método para resolver el hambre en el mundo, invito a los lectores a leer un artículo mío (http://www.acton.org/pub/religion-liberty/volume-16-number-2/i-was-hungry-and-you-fed-me-ag-biotech-and-hunger). También en el caso de los rendimientos, la tecnología puede ayudar. Para el arroz, por ejemplo, el IRRI ha aislado un gen que confiere resistencia a la sumersión (y por tanto a las inundaciones que a menudo afectan a las zonas donde crece el arroz). La sola presencia de este gen puede crear la diferencia entre una cosecha abundante y ninguna cosecha.

Podría seguir con numerosos ejemplos. Invito a los lectores no sólo a mirar las presentaciones (que están todas disponibles) (http://www.ask-force.org/web/Vatican-PAS-Slides-PDF/Powerpoint-Presentations-PAS-200905.pdf) hechas durante el congreso, sino también a leer los trabajos publicados (también disponibles) (http://www.sciencedirect.com/science/issue/43660-2010-999729994-2699796) en la revista New Biotechnology, en la que la posición de cada autor es argumentada hasta el detalle.

Pido a los periodistas que entrevisten a estas personas y que se hagan explicar las potencialidades y los beneficios reales y potenciales de las biotecnologías.

- Respecto al riesgo de que las multinacionales exploten a los países pobres, el documento sostiene que el problema más grande son las oposiciones que están haciendo subir los costes de la patentación, y en particular, la pesada reglamentación. En resumen, según el documento, estamos en la paradoja que quienes se dicen críticos con las multinacionales, en realidad las están favoreciendo, penalizando en cambio la investigación biotech de los países en vías de desarrollo. ¿Puede explicarnos el contenido de este punto del documento?

Morandini: En verdad, como señalaba antes, las patentes de hecho no son obstáculo por diversos motivos (que valdría la pena analizar por separado). La reglamentación es el punto crucial, porque requiere, para la cultivación y la comercialización, una larguísima serie de exámenes, caracterizaciones moleculares, pruebas de campo y alimentación, que se convierte en insostnible para la investigación pública. Pienso por ejemplo en la semilla de algodón hecho comestible por transgénesis, al que señalo en la publicación (http://www.sciencedirect.com/science/article/B8JG4-50DYHB8-1/2/1a62001700632583af489b7a83ccc9a6). Esta planta transgénica, publicada en 2006, si se hubiese introducido y cruzado con las variedades locales, haría comestibles las semillas de algodón, poniendo a disposibión de quinientos millones de personas una dosis de 50 g de proteínas al día (10 millones de toneladas de proteínas cada año) y esto sin aumentar el cultivo, sin echar pesticidas o herbicidas, sin patente alguna. Los autores lo harían disponible gratuitamente a los países pobres, si consiguieran obtener el dinero para llegar a la comercialización. Podría poner otros muchos ejemplos.

Son por tanto los mitos de la peligrosidad medioambiental y sanitaria de los OGM, a menudo creados y propagados intencionalmente, que han contribuido a modelar la legislación vigente y que contribuyen a mantenerla, y muchos incluso piden hacerla aún más restrictiva. De esta forma han ahogado la investigación pública y han entregado la tecnología prácticamente en las manos d los grandes grupos privados. Por tanto aquellos que, por miedo de las multinacionales y de la explotación indebida, se han opuesto a los transgénicos, han contribuido de hecho a crear condiciones más favorables para esta explotación. Miren solo a Italia: la experimentación de campo está bloqueada desde hace casi diez años. ¿Quién se ha beneficiado eliminando la investigación pública italiana? También esta sería una pregunta que indagar...

- Una cierta cultura acusa a la Iglesia católica de ser oscurantista, mientras que el documento muestra que la Iglesia es seguramente muy atenta, clarividente y abierta a las innovaciones científicas y tecnológicas. ¿Cuál es su parecer al respecto?

Morandini: Es interesante dar una vuelta por los blogs que recogen la noticia y ver cómo el mundo de los lectores dividirse en dos. Quienes se alegran de que la Iglesia, según ellos, finalmente acierta con algo, y quienes sostienen, enfadados, que la Iglesia se equivoca también en este caso, porque así favorecería a las multinacionales. Mi postura, en cuanto científico e hijo de la Iglesia, es que la actitud que impregna la cultura judeocristiana, es decir, el mandato de “custodiar y cultivar el jardín”, lleva en sí el germen de la tecnología. En una visión del mundo en la que se reconoce que la inteligencia es un don de Dios, que el mundo es inteligible y que “no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios” (Benedicto XVI en Ratisbona), el uso de la inteligencia para modificar la naturaleza es totalmente natural y aceptable y que la tecnología, que deriva de este uso, no es condenable en sí, sino sólo cuando comporta un daño a la naturaleza o al hombre.

Por tanto, la oposición no es a priori, sino sólo si hay consecuencias negativas. Aún dos citas más para subrayar la apertura de la Iglesia a la acción del hombre que indaga la naturaleza, para entenderla y para usarla de modos siempre nuevos. La primera una vez más del discurso de Ratisbona: “Se debe reconocer sin reservas lo que tiene de positivo el desarrollo moderno del espíritu: todos nos sentimos agradecidos por las maravillosas posibilidades que ha abierto al hombre y por los progresos que se han logrado en el campo humano. Por lo demás, la ética de la investigación científica, debe implicar una voluntad de obediencia a la verdad y, por tanto, debe ser expresión de una actitud que forma parte de las decisiones esenciales del espíritu cristiano”, y otro de la Caritas in veritate: “La técnica — conviene subrayarlo — es un hecho profundamente humano, vinculado a la autonomía y libertad del hombre (...) Responde a la misma vocación del trabajo humano: en la técnica, vista como una obra del propio talento, el hombre se reconoce a sí mismo y realiza su propia humanidad”. Si esto no es suficiente para convencer, no sé qué otras “armas” usar...

En conclusión, y también en relación a esta pregunta, invito a todos a leer la declaración y, especialmente, a las personas implicadas en los medios de comunicación y en la educación, también cada una de las ponencias presentadas, para poder empezar a tomar conciencia del inmenso corpus de evidencias recogidas que nos ratifican en el potencial y en los beneficios de esta tecnología. Después de ello, saquen sus conclusiones.

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

Anónimo -

Millones de kilos y litros de agrotóxicos ingresan al Paraguay
E’a ⋅

La otra cara de los millones de hectáreas de cultivos de semillas de soja y maíz transgénicos y de otras no modificadas genéticamente es la inmensa cantidad de kilos y litros de agrotóxicos que las empresas importadoras meten al país. Según datos oficiales difundidos por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Vegetal y de Semillas (Senave) a través de su página institucional www.senave.gov.py, contando desde el mes de abril hasta agosto pasados, ingresaron al país un total de 24.942.561 kilos y 10.299.371 litros de productos agrotoxicos, frente a los 4.106.627 kilos y 6.351.987 litros, en ese periodo del 2009. Lo cual siginfica un aumento sin precedentes en la importación de estos productos en este año para tratar químicamente los cultivos agrícolas.

Siempre según el Senave, en su Anuario 2009 expuesto en la web, el año pasado ingresaron 681.140 toneladas y 25. 850.000 litros de agrotóxicos en concepto de importación.

Las importaciones las realizan las empresas dedicadas a este ramo, las que están registradas en los registros del Senave. Una vez registrados, pagan un módico canon por la habilitación para importar. Asimismo, estas empresas requieren que el Senave les otorgue la etiqueta de comercialización de cada marca de agrotóxicos que introducen al país. A partir de estos dos aspectos y de los controles fronterizos que realizan sus técnicos sobre el ingreso de estos químicos el Senave maneja estas estadísticas de importación.

Una de las razones del exorbitante aumento de las importaciones en este año se debe a la ampliación de las áreas de cultivo de la soja de las demás semillas para la exportación.

Paraguay exportó en el primer semestre de este año granos por un valor aproximado de 2.400 millones de dólares, de cuyo monto sólo la soja se llevó casi 1.200 millones de dólares.

Anónimo -

Transgénicos: el Avati bajo amenaza de muerte
Aristides Ortiz ⋅


El avance del cultivo de maíz transgénico pone en peligro las variedades nativas de esta semilla. Avisora también más depredación ambiental a manos de las transnacionales del agronegocio.

La leyenda Guaraní del maíz

Cuenta una leyenda guaraní que, en un tiempo lejano en América de Sur, mucho antes de que los Carios descubrieran a los españoles, la sequía y el hambre azotaban a la población de este pueblo originario. Niños, ancianos y mujeres morían por inanición a raíz de que los cultivos no recibían lluvia. Dos robustos guerreros, Avati y Ñande, se lamentaban de que Tupa, el Dios de los Guaraníes, no escuchara sus plegarias. Ambos expresaban su voluntad de sacrificarse para que terminaran aquellos días aciágos. Un día apareció ante los dos guerreros un desconocido. Este les dijo: si quieren salvar a su pueblo del hambre, uno de ustedes deberá sacrificarse enterrándose. El otro deberá regar la tierra donde yace el enterrado. Tupa eligió a Avati para el sacrificio. Ñande cumplió la tarea de regar con la escasísima agua que traía el río, todos los días, la tierra donde yacía Avati. Hasta que un día de aquella tierra brotó una planta de tallo y hojas largas y frutos con granos amarillos. Esta planta se multiplicó. Luego, aquel desconocido explicaría a los Guaraníes que aquella planta era un regalo de Tupa. Una planta cuyos frutos serían tan abundantes que, desde entonces, evitaría a los Guaraníes otra hambruna en el futuro. La planta sería bautizada con el nombre de Avati. Y desde aquel regalo divino, abundaron los alimentos hechos a base del maíz. Las variedades de Avati en territorio paraguayo son innumerables. Variedades que, hoy, están seriamente amenazadas.

Un acto sorpresivo e irreverente

El ingeniero agrónomo Alberto Romero mira la plantación de maíz transgénico que encontraron en el Distrito de Naranjal, Departamento de Itapúa. Son 44 hectáreas a punto de ser cosechados. Romero encabeza la comitiva de técnicos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Vegetal y de Semillas (Senave) que, en minutos, ordenará la destrucción de la plantación, luego de que las pruebas a las muestras de maíz demostraran que son del tipo RR resistente al agroquímico glifosato producido genéticamente por el gigante norteamericano Monsanto. Los tractores topadoras marca Caterpillar comenzaron con la primera destrucción de plantaciones de maíz transgénico aquel 10 de agosto pasado. A este seguirían otras destrucciones en varios departamentos del país. Las acciones del Senave son verdaderamente irreverentes, en un país donde los grandes terratenientes y las trasnacionales del agronegocio son el grupo de poder hegemónico, casi todopoderosos.

Pero esta irreverencia del Senave se apoya estrictamente en una política de aplicación de leyes y normas referidas a la calidad y sanidad vegetales. “El Senave es un órgano de aplicación de normas y leyes. Los cultivos de maíz transgénico están prohibidos en el país. Nosotros estamos obligados a hacer cumplir la ley”, repetía incansablemente el ingeniero Romero a los medios luego de cada intervención.

Y efectivamente. La Ley 2459, que crea el Senave, específicamente en su Artículo 24, referente a las infracciones a las leyes y reglamentaciones que aplica el Senave; la Ley 385, De Semillas, en su artículo referente a las infracciones, y, por último, el Decreto Presidencial Número 7797, en su artículo 54, son claros: el Senave solo cumple con la ley.

La política de los hechos consumados

Aquellas 44 hectáreas son un polvo en el universo de plantaciones de maíz transgénico que existen en Paraguay. Según Víctor Benítez, representante de la ong ambientalista Alter Vida, “se calcula que existen alrededor de 100 mil hectáreas de cultivos de producto ilegal”. Pero cómo, ¿Acaso el cultivo del maíz genéticamente modificado no está prohibido en Paraguay?

Los antecedentes del cultivo de maíz transgénico en nuestro país se remontan al momento en que las trasnacionales Monsanto y Dow AgroSciences solicitaron permiso al Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) para experimentar con sus cultivos. El MAG derivó la solicitud a la Comisión Nacional de Bioseguridad (Combio), integrado por varias instituciones del Estado, entre ellos el Senave. El Combio dictaminó favorablemente para los ensayos y pasó la pelota a la Secretaría de Medio Ambiente (Seam), que debe expedir la licencia ambiental para la experimentación. El proceso para la experimentación del maíz transgénico quedó en este punto, puesto que la Seam exige se cumplan varios requisitos para otorgar la licencia. El equipo jurídico de la Monsanto atacó de ilegal en el Poder Judicial el procedimiento de la Seam, pero su demanda fue rechazada.

Más allá de lo que dicen las leyes y lo que pueda decir la ciencia respecto de la experimentación del maíz modificado genéticamente, las transnacionales Monsanto y Dow AgroSciencies son responsables, en buena parte, de una política de los hechos consumados. Según Guillermo Ortega, miembro del Centro de Estudios Base Investigaciones Sociales, las semillas de maíz empezaron a entrar de contrabando por las porosas fronteras paraguayas ya a inicios de la década del 90. Introducidos principalmente desde el Brasil, cuenta Ortega, los productores brasileños tipos farmers y los de gran escala empezaron a probar la siembra del maíz prohibido. Ante la ausencia de control estatal y los buenos resultados en la comercialización de lo cosechado, su cultivo fue creciendo progresivamente en departamentos como Alto Paraná, Itapúa, Kanindeju, Amambay y Ka’aguazu. Las trasnacionales actuaron detrás de sus socios local en el Brasil y en Paraguay.

De modo que hoy, tal como lo afirma Humberto Páez, titular de la Asociación de Productores de Semillas del Paraguay (Aprosemp), “en honor a la verdad, el maíz transgénico es una realidad en el Paraguay”. Discurso que utilizan ya abiertamente los dirigentes de Unión de Gremios de la Producción (UGP): una realidad que solamente debe ser formalizada con la autorización del cultivo. Si alguien tiene dudas de esto, escriba en algún buscador de Internet www.clasipar.paraguay.com, donde dice: “…Vendo semillas de maíz transgénica tratado y seleccionado… ya no necesitás más carpir, solamente pulverizar con herbicida y ya estᅔ

Semillas para la pobreza y la muerte

Datos oficiales publicados semanas atrás por los medios masivos daban cuenta de la fiesta que se están dando este año los sojeros. Las ventas de semilla de soja a los mercados internacionales sumaron en el primer semestre de 2010 US$ 1.197 millones, 103% más que las logradas en el mismo periodo del 2009, que fue de US$ 590 millones, según el informe suministrado por el Banco Central del Paraguay. El 95% de las semillas de soja plantadas en Paraguay son transgénicas, autorizadas hace años por el MAG para el efecto.

“Habilitadas legalmente, la semilla transgénica es el primer eslabón de una cadena de producción y comercialización que tiene como gran ganador a las compañías transnacionales del agronegocio”, nos recuerda el sociólogo Tomás Palau. Sobre la semilla modifica genéticamente se monta el gran negocio de los agroquímicos, producidos también por las transnacionales como Monsanto para aplicarlas exclusivamente a aquella semilla, la que se importan y significan millones de dólares. También la importación de las tecnologías de punta para la agricultura mecanizada de gran escala se monta sobre la transgénica. Importaciones que también se realizan del país de origen de las trasnacionales. Además, son estas mismas trasnacionales las principales compradoras y exportadoras de los granos transgénicos cultivados en países como Paraguay. Las consecuencias económicas son simplemente devastadoras para los países donde se imponen los transgénicos.

La otra consecuencia de los cultivos transgénicos a gran escala es la masacre ambiental que perpetran. En el caso del cultivo de semillas de soja transgénica en Paraguay, los casi 3 millones de hectáreas que hoy ocupa fueron antes ricos bosques. Y los millones de litros de agroquímicos que se derraman cada año sobre esos cultivos envenenan el suelo y el ambiente del país.

A todo esto se suma, en el caso paraguayo, una legislación tributaria que simplemente es un paraíso fiscal para los agroexportadores de las transgénias. Irrisorios impuestos a la tenencia de grandes extensiones de tierra rural y la ausencia de impuestos arancelarios sobre las exportaciones de granos como la soja y el maíz, lo convierten en un negocio redondo.

Todo esto sirve para sentenciar que las semillas transgénicas son para la pobreza y la muerte.