Blogia
HA… CHE RETà PARAGUAY ✓

HABLANDO CLARO

  • Luis Manuel Andrada Nogués                                                                            

¿Qué nos pasa a los paraguayos? ¿Cuál es el pecado original que tenemos para que Roa Bastos haya expresado su famosa frase? Muchos, en más de una ocasión hemos creído que nuestro insigne escritor exageraba, que no era cierto, que era dramático al emitir una opinión tan severa sobre nuestro querido país. ¡Pero cuánta razón tenía! Es que los mil y un avatares, desventuras y tragedias por las que trajinamos en estos casi 200 años de vida independiente nos demostraron que realmente vivimos en un continuo infortunio.¿A cuento de qué viene esta introducción?

A la forma de cómo se va deteriorando nuestra sociedad a medida que transcurre el tiempo. Hemos perdido ya muchos valores como el patriotismo, el amor al terruño, el respeto a la propiedad ajena y a la vida del semejante, la conducta intachable de muchos que manejaron la cosa pública con probidad absoluta, la solidaridad, la fraternidad, la obediencia debida a las personas mayores, y tantas otras virtudes que caracterizaron antaño a los paraguayos.Cuando la Conferencia Episcopal Paraguaya, entonces presidida por el recordado y de feliz memoria Monseñor Felipe Santiago Benítez, recientemente fallecido, integrada además por Obispos de una gran integridad moral e intelectual, publicó la famosa carta pastoral “El Saneamiento moral de la Nación”, hace treinta años, nuestros Obispos ya nos señalaron la quiebra de los valores morales basada en el trípode del IDOLO DE LA RIQUEZA, del IDOLO DEL PLACER y del IDOLO DEL PODER. Algunos párrafos son muy elocuentes: “Lo que más nos preocupa en estos momentos es el grave deterioro moral de nuestra sociedad, que pone en peligro la estabilidad misma de la nación”; “La quiebra de los valores en nuestra sociedad nos afecta profundamente: toca las raíces mismas de la comunidad nacional”; “El ídolo de la riqueza, como valor supremo, que exige adoradores incondicionales y sacrificios crueles. Es insaciable y pide ganancias rápidas y suculentas, sin mirar a los medios”; “Los filmes, revistas y anuncios que propagan la pornografía, la permisividad del ambiente han hecho que el placer sexual primara sobre el amor”; “Hay como una desintegración progresiva de la personalidad. El hecho, ya antiguo en nuestro país, de las madres solteras e hijos ilegítimos se ve así agravado por estas nuevas lacras sociales”; “También hemos sido testigos de repetidos actos de abuso de autoridad y prepotencia, sobre todo en el interior del país, que no han recibido ni el tratamiento debido ni la sanción justa. Aquí hay que mencionar también actos de atropello y desalojo contra pobladores campesinos y agricultores, con apoyo de las autoridades locales e indiferencia de las superiores”.Todo esto que ocurría durante la dictadura era previsible y posible, mas el espacio no da para referirnos a tantos atropellos, abusos de poder y orgías realizadas por los personeros del régimen.Pero vino la democracia y todos creímos que, con la “nueva clase”, la clase de los opositores que regresaban del exilio, los políticos de diversos partidos que se acoplaban a la reconstrucción de la nación, los nuevos gobernantes democráticos, etc., se iba a iniciar el verdadero resurgir del país. El primer gobierno que tuvimos luego del 89 nos llenaba de esperanzas al renovar la Corte Suprema de Justicia con Ministros más probos e idóneos, al Parlamento iban los más capaces y honestos y los Ministros del Poder Ejecutivo eran personas de reconocida competencia y probidad.Lastimosamente rápido vino el desengaño. Cada Presidente que surgía nos hacía creer que iba a ser mejor que el anterior pero la desazón cundía en nuestro ánimo al ver que no era así, hasta que llegamos a Fernando Lugo, que se presumía, al menos, que por ser ex Obispo de la Iglesia Católica iba a realizar el cambio que todos esperaban, aunque quien suscribe, como todos saben, jamás creyó en él. ¡Todos estaban felices por haber echado al partido que tanto daño nos hizo durante más de sesenta años!Pero antes de cumplir un año de gobierno el ex Obispo se quitó el disfraz: se le pilló infraganti al mentir a toda la población revelando públicamente haber transgredido su compromiso de sacerdote y de Obispo al mantener relaciones sexuales al margen de la castidad y del celibato que le imponían sus obligaciones eclesiales, y, para peor, tener uno (o varios hijos) a quien debió reconocer forzosamente como su padre  mediante el coraje de una joven mujer; caso contrario, jamás nos hubiéramos enterado. Su gobierno está hundiendo al país y se caracteriza por una incompetencia absoluta, apoyado por una alianza internacional de presidentes forajidos y de partidos políticos llenos de sabandijas. Si a la falta de ética y de moral del Presidente le agregamos el nombramiento de un Embajador disoluto, que hizo del placer sexual su vida cotidiana para terminar con un escándalo mayúsculo (peor que el que protagonizara Duarte Vera con las azafatas de una empresa aérea), que conmovió al país, y que algunos leguleyos quieren encubrirlo bajo el pretexto de que “la intimidad personal y familiar, así como el respeto a la vida privada son inviolables”, no nos queda otra opción sino “agradecerle” a ciertos Obispos como Melanio Medina, a curas como Chinaglia, Heyn, Fritz, Tanasio y a los “Laicos por el cambio”, por el apoyo irrestricto que le dieron y le siguen dando a este mandatario del “cambio”. Penosamente tenemos que admitir que su “cambio” marcha raudamente hacia la putrefacción total de la sociedad y el trípode señalado más arriba queda corto ante lo que se está convirtiendo nuestro país, parecido más a un burdel que a una nación, y para peor, el propio Presidente de la República, en vez de mostrar firmeza ante tanto descaro y destituir inmediatamente al inmoral a quien nombró su embajador, con una risa sardónica dejó en manos del Canciller una situación que a él le compete como responsable de las RRII. ¡Es que, sin altura moral, desde luego, jamás se podrá realizar el verdadero cambio que la patria necesita!                                                                            

 

 

2 comentarios

Anónimo -

Se justifica y es preventiva la condena a la sublevaciónde los policías en Ecuador



La Policía del Ecuador se sublevó el jueves último contra su Gobierno. Y en apariencia trató inútilmente de derrocar al presidente constitucional Rafael Correa. La insurrección, calificada como un intento de "golpe de Estado", provocó la unánime condena en la región.

El gobierno de Fernando Lugo se manifestó inmediatamente en el mismo sentido. Y si bien el mandatario paraguayo no pudo asistir a la Cumbre de Unasur, realizada en Buenos Aires, condenó la sublevación armada y se solidarizó con su colega ecuatoriano.

Lo determinante de este lamentable acontecimiento no es la vulnerabilidad institucional de algunos gobiernos en América Latina. Es la cláusula democrática. Principalmente, de Unasur y de Mercosur. La misma que garantiza la continuidad de los procesos democráticos mediante la efectiva vigencia de los derechos constitucionales y de las instituciones republicanas.

En virtud de ello, los presidentes de los países de Unasur expresaron una firme condena a cualquier golpe de Estado en la región. Y muy significativamente la clara advertencia de que ningún Gobierno inconstitucional será reconocido.

Más allá de esta reacción en el contexto regional, llama menos la atención la convergencia de rechazo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) a la sublevación policial que se estaba registrando -porque ese es su papel-, que el rápido pronunciamiento reprobatorio del Gobierno norteamericano.

Acaso por primera vez en la posición tradicional de ese Gobierno primó más el principio institucional antes que la cuestión ideológica. Pues sabido es que el presidente Correa no solo es uno de los líderes del "Socialismo del Siglo XXI", sino el de mayor solidez intelectual entre los mandatarios de esa corriente. A pesar de ello, el gobierno del presidente Obama proclamó abiertamente su condena a la insurrección policial y su respaldo al Gobierno constitucional del Ecuador.

Hay otro punto a tener en cuenta: el armamentismo de la fuerza policial, potenciado por la criminalidad y por los intereses foráneos. El emergente poder bélico quizá influyó en su temeraria iniciativa de enfrentarse a las unidades militares, cuya superioridad siempre fue disuasiva. Pero la tendencia ahora, especialmente en los países más vulnerables por la pobreza, es la primacía del rearme policial.

Y ahí está la consecuencia en este hecho de osada intentona de desestabilización, probablemente alentada por sectores reaccionarios.

Tras la sofocación de la revuelta, que dejó algunos muertos y unas decenas de heridos, se restableció la normalidad institucional. En la perspectiva, lo decisivo será responder a las demandas populares y a la exigencia del Estado de derecho. La correlación política es favorable al Gobierno.

Es de desear que la paz y la institucionalidad sean fortalecidas en el Ecuador. Y si bien es de esperar la solidaridad del presidente Lugo, quien más de una vez denunció internacionalmente algún intento de desestabilización contra su gobierno, no debería excederse en su gesto de apoyo. La prudencia y la sobriedad son demostraciones de estabilidad y confianza.

Y son los valores que el Gobierno del Paraguay debe proyectar, en lo interno y hacia fuera.

La sublevación protagonizada en Ecuador por un grupo de las fuerzas policiales encontró una rápida reacción en el continente. El fallido intento de "golpe de Estado" contra el gobierno constitucional de Rafael Correa fue condenado por unanimidad, sobre todo por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). La lectura de este inmediato y enérgico rechazo reafirma que ya no se tolerará la ruptura institucional por medios fácticos. En la agenda política de la región no hay espacio para interrumpir los procesos democráticos..

Anónimo -

LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA, NUEVAMENTE ES AMENAZADA


Se viven momentos difíciles en Ecuador. Un levantamiento de los efectivos de la Policía de ese país en protesta por los recortes presupuestarios dispuestos por una ley presidencial originó una revuelta que alcanzó momentos dramáticos cuando el propio presidente de la República quedó atrapado en medio de una multitud de personas que se manifestaban, sufriendo todo tipo de agresiones y hasta un gas lacrimógeno arrojado por los manifestantes.

No es necesario entrar en el detalle de lo que ocurrió en Ecuador para entender que nuevamente las democracias latinoamericanas evidencian serias debilidades institucionales. Contrario a lo que podía pensarse, en nuestra región las amenazas al sistema democrático continúan allí lamentablemente vigentes.

Según los datos expuestos de la última encuesta Latinobarómetro09, que mide el desarrollo y progreso de la democracia en Latinoamérica, a la pregunta sobre "cuan probable es que exista un golpe de Estado en su país" Ecuador lideró la encuesta con un 36% de la población que consideró que era probable un golpe de Estado en su país, lo que evidencia en el caso ecuatoriano la fragilidad con la que los propios ciudadanos perciben al sistema democrático y a sus principales instituciones.

Es que si bien en nuestra región la democracia viene progresando desde hace al menos 20 años, en muchos de nuestros países siguen siendo democracias jóvenes con mucho camino todavía por andar y en donde la ciudadanía debe jugar un rol fundamental para el progreso de la misma.

En este sentido, generan gran inquietud los datos del mismo Latinobarómetro con relación a lo que es la cultura democrática y el apoyo al sistema democrático como el mejor sistema de gobierno pese a los problemas que tiene, en este caso Ecuador y Paraguay comparten números similares, entre los de menor apoyo al sistema democrático con un 45 y 43% muy distantes de Venezuela, Uruguay y Costa Rica que presentan porcentajes del 85, 81 y 74% respectivamente.

En lo que tiene que ver con la consulta por la "satisfacción con la democracia", Paraguay y Ecuador nuevamente presentan resultados similares, en este caso puntual igualando con un 33%, muy por debajo de la media latinoamericana que es del 44%.

En este sentido, la cultura democrática y el fortalecimiento de las instituciones juegan un rol clave para la consolidación del sistema, mientras tengamos niveles de percepción ciudadana tan bajas, las reglas de juego democráticas se verán constantemente amenazadas.

Felipe González expresó con acierto: "Los estados latinoamericanos se sostienen sobre una institucionalidad confusa en sus relaciones mutuas, poco confiable en su funcionamiento, cuando no fuertemente contestada por la mayor parte de la ciudadanía".

Lo de Ecuador tenemos que observarlo con atención, no estamos tan lejos como parece de dichos quiebres institucionales.



Camilo J. Filártiga Callizo

Director del Centro de Políticas Públicas - Universidad Católica