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HA… CHE RETà PARAGUAY ✓

BICENTENARIO HUMANO


  • Delfina Acosta

Si hay algo que es -tremendamente- injusto ante los ojos de la sociedad, es el estado de desgracia, o de orfandad, o de total desamparo en que se encuentran, a veces, aquellos artistas populares que dieron los mejores frutos de su talento, la singularidad de su genio y la pasión de su arte, al folclore paraguayo.

Hace poco tiempo he visto por televisión una entrevista hecha al maestro Efrén Echeverría.

El es conocido como “Kamba’i”. Y sí que le queda bien el apodo pues su piel morena, propia del kamba, es el adorno pequeño pero parco, insistente, casi juguetón, de su personalidad.

Es una persona que desborda simpatía.

Efrén Echeverría es un grande intérprete y creador de la guitarra en el Paraguay.

Autodidacta, a los nueve años, un vecino le dio a conocer algunas vitales verdades en torno al instrumento musical.

Nació el 4 de marzo de 1932.

No hizo una carrera fácil, pues aquel arte suyo, el de las musiqueadas y las serenatas y el rasgar siempre emotivo de las cuerdas, no tuvo, sin embargo, tanta renta en nuestro país.

Ahora el maestro se encuentra en una situación económica complicada.

Es sabido que el arte no genera réditos sino algún que otro socorro en nuestro suelo, lo cual es lamentable. El arte es una expresión que tiende un puente entre el hombre y lo divino. La propuesta que salió de aquella emocionante entrevista era que se diera una puntualidad humana al Bicentenario apoyando en este penoso tramo de su existencia al maestro.

Y yo creo que se hará justicia completa si la comisión organizadora del Bicentenario llega a prestar una atención especial a Efrén Echevarría. Tampoco se debe olvidar a otros artistas que dieron una identidad al Paraguay y que ahora están pasando un mal momento económico.

No gastemos en ramos de flores, en coronas lumínicas, en este Bicentenario, y en el año que viene, y en los otros que vendrán, por nuestros pobres muertos ilustres. El cuerpo pesa y el alma tiene sus dolores (difíciles de explicar) mientras la existencia corre por las venas. Se hace pues necesario un soporte material para dar cabida a un buen pasar.

Cuántos artistas que se llevaron los mejores aplausos gracias a las chispas de su talento la están pasando pésimamente.

Y eso no es justo.

Como no es justo que tantas personas que se encuentran en las funciones públicas, robo al erario público de por medio, la estén pasando ahora muy bien.

Yo escuchaba la musiqueada del maestro en estado de suspenso.

Y eran aquellas interpretaciones oro puro, filigrana en el éter, esencia suprema.

Y el anciano, en su silla de ruedas, haciendo a un costado la dimensión de sus problemas, le sacaba una alegría inesperada a la guitarra, en una suerte de saludo de oro a los que lo escuchaban.

No quiera Dios que nos volvamos de piedra.

Nuestra sensibilidad nos salva, nos diferencia de las bestias.

Tenemos que ser muy humanos en este Bicentenario.

Debemos asumir un compromiso como pueblo, como seres humanos, y ayudar desde todas las instancias a los artistas que dieron, a través de su arte, identidad al Paraguay.

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