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LA MAMADERA

 

  • Por Miguel H. López

Cuando la Alianza Patriótica para el Cambio ganó las presidenciales el 20 de abril de 2008, las esperanzas en la posibilidad de un gobierno sin mucha sombra de la corrupción fue un sentimiento generalizado.

Quien más, quien menos, abrigaba cierta esperanza porque los niveles a los que nos habían llevado los sucesivos gobiernos colorados nos tenían con la rabia a punto de estallar por el mal manejo de la cosa pública, de cientos de modos posibles, para provecho de particulares.

Pasaron los primeros 100 días y la cosa pintaba interesante. Había atisbo de hacer bien las cosas y de encaminar de alguna manera cierto saneamiento en los niveles centralizados y descentralizados del Estado.

 

Pasó el año y las cosas fueron generando angustia. Seguían los mismos vicios y la vieja práctica del nepotismo continuaba teniendo espacios interesantes, aunque en menor proporción. Hasta los parientes del presidente Lugo ingresaban a beneficiarse de algún puesto en el Estado. Tras uno que otro escándalo mediático hubo renuncias o las cosas permanecieron igual.

 

Más allá de lo que arrastraba el gobierno inaugurado en 2008, que redujo en parte la galopante corrupción, aunque no la superó y por tanto sigue dañando a todos, siguieron los otros órganos públicos, que continuaron haciendo pasto fresco del presupuesto para ubicar a amigos, amantes, parientes y cuanto correligionario hubiera por ingresar a algún puestito, donde no hace falta siquiera aparecer o trabajar, sino cobrar, esa es la norma.

 

En esa línea, paulatinamente fueron saltando casos tras casos; y hoy tenemos uno bien fresco sobre la mesa: los planilleros del Tribunal Superior de Justicia Electoral.

 

La cosa se viene compleja y, como dirían los amigos y amigas en una jerga juvenil, bastante densa.

 

La investigación fiscal que desnuda un pedacito de la amplia práctica prebendaria y planilleresca vigente aún, volvió a poner en danza el nombre de algunos comunicadores. En todos los casos corresponde que se pongan a disposición y demuestren si es mentira o asuman si es verdad lo que se denuncia. En todos los casos, corresponde aclarar en homenaje a sus familiares, amigos y conocidos, cualquiera de las situaciones. Y cabe la reflexión de que el periodista debe parecer, aparte de ser honesto y adecuado a estándares éticos. El derecho al trabajo asiste a todos, solo que en este caso hay trabajos que trasuntan un compromiso, que lesionan muchas veces la independencia y la imparcialidad y allí es donde lo ético es la medida de las actitudes y acciones.

 

Pero el escándalo en este tema del planillerismo en el TSJE se centró en los comunicadores y no reparó en que el propio Calé Galaverna reconoció haber ubicado a 50 recomendados allí sin descartar los otros tantos en otras esferas públicas; y lo más trascendente, que el órgano del Estado que recibe uno de los más altos presupuestos y maneja lo más sustancial en materia de resguardo del modelo democrático republicano, las elecciones, está atravesada por este tipo de corrupción.

 

Esta situación podría explicar -sumada a la actitud poco transparente de algunos de sus ministros integrantes- por qué algunos resultados de comicios son increíbles.

 

La prebenda en este tipo de prácticas se robusteció en vez de disminuir; y al parecer el actual gobierno tampoco está decidido a sacar la mamadera estatal a los avivados, porque le pueden llorar sus propios hijos.

 

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