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BARRIO CERRADO

Los vecinos de Pelopincho, denominación del conglomerado de casas en un sector de la Chacarita con que los mismos vecinos llamaron al lugar, están desesperados ante tantos hechos de vandalismo, ya que se convirtió en una cueva de ladrones y micro traficantes de drogas, dicen los parroquianos  que la situación es cada vez más delicada y peligrosa, pues al lugar acuden los viciosos a comprar el crac o la cocaína que en ocasiones consumen en un predio deportivo que se encuentra en el lugar  y luego salen a asaltar y robar para volver de nuevo a la compra, inclusive niños de corta edad ya consumen, señalaron. Lo que también generan pelea entre bandas rivales que se dedican a la venta de la droga y que riñen de forma sangrienta por los territorios adquiridos, llevando la intranquilidad a los vecinos que no están metidos en la marginalidad.

La Comisión vecinal pidió a concejales municipales que asistieron a una audiencia pública clausurar algunas de las entradas del barrio, en ese sentido señalaron que el barrio actualmente cuenta con siete zonas que son utilizadas para el acceso y salida del lugar. Ahora, piden  el cierre definitivo con una muralla de cuatro de los siete accesos. Mientras que en los tres restantes se pide la colocación de rejas con portón, en donde un guardia de seguridad controle y verifique a las personas que accedan al sitio, de tal manera a que los extraños no puedan ingresar al lugar.  "La idea es como un barrio cerrado", explicó Emiliana Cabrera, presidenta de la comisión. Los controles realizados por guardias serán desde las 21.00 hasta las 6.00. Esto, ya que en este horario la inseguridad es más crítica, según los vecinos.

Usualmente cuando criticamos y con razón,  las consecuencias que genera para la población la marginalidad en barrios como la Chacarita, o los Bañados sur y norte, sitios donde ni la policía quiere ingresar por temor a la peligrosidad de los narcotraficantes y malvivientes en general, nunca se dimensiona el sufrimiento de aquellas familias de bien, que viven en esas comunidades y que por falta de oportunidades no tienen otro remedio y deben convivir todos los días con la delincuencia en todas sus formas, sin poder defenderse ni tener posibilidades de recurrir a autoridades judiciales o policiales para pedir protección y seguridad para el núcleo familiar.

Por eso en este momento en que estos vecinos se armaron de coraje para denunciar públicamente lo que están pasando en Pelopincho, creemos que las autoridades municipales y especialmente las gubernamentales deben poner en prácticas medidas reparadoras que terminen con esta vorágine delincuencial que apeligra la vida y los bienes de los vecinos de Asunción y muy especialmente de los moradores honrados que abundan en estos barrios denominados marginales.  El barrio cerrado puede ser un principio de solución, pero la solución final  llegará cuando se tenga una intervención más directa de las fuerzas policiales y judiciales primero para limpiar de sabandijas el lugar, luego el trabajo de reeducación a cargo de asistentes sociales para sanear estas comunidades olvidadas por Dios.

Andrés Granje

 

 

 

 

 

 

 

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