SI NO PAGÁS, TE CORTO
- por Lourdes Peralta
Hace unos días acompañé a una amiga a la casa de su prima en Caacupé. Pasamos un hermoso día respirando el aire fresco que aún llega de los cerros lindantes. Mientras almorzábamos, la dueña de casa me contaba sobre la vida del barrio: “Somos 7 personas en esta casa, no tenemos agua ahora, la aguatería corta, a veces esperamos a la noche para bañarnos por lo sucia que sale. Juntamos con balde para aguantar el calor, pero no da abasto…”.
Nada nuevo este deficiente servicio de las aguaterías privadas que explotan el recurso más imprescindible del ser humano. La queja de esta caacupeña se dirigió a la aguatería “Agua Azul”. “Hace años, la dueña llegó toda sonriente ofreciendo el servicio casa por casa, a pie, con un cuadernito. Hoy pasa en su camionetaza, no saluda a nadie, desde su ventanilla te grita: ‘¡Si no pagás, te corto el agua! ¡eh!, ¡te corto!’ ”. ¿Cuánto les cobra? “27 mil por mes, somos 700 usuarios del barrio Daniel Escurra”. ¿Llegaron hasta aquí los entes estatales? “Una vez entró Senasa a sondear, pero la gente no tiene dinero para pagar la conexión y entonces sigue nomás con la aguatería”. La pobreza, falta de trabajo, de organización barrial y la ausencia de planes gubernamentales autónomos obligan a ceder siempre ante el maltrato y la estafa. “700 vecinos, contando parejas e hijos, son tal vez 2.000 personas para presionar”, comento. La señora se levanta y me trae una carpeta de la comisión vecinal que se formó –hoy para el triste recuerdo del intento–, allí figuran las reuniones, los trámites y denuncias presentadas a las autoridades. Habían acudido a la prensa, incluso el entonces intendente Arnaldo Alum reconocía (ya en el 2007) que “Agua Azul” adeudaba a la Municipalidad y expedía por su servicio comprobantes sin pagar IVA. Esta carpeta es la prueba documento de que los vecinos sí se movieron y bien, pero la nula intervención de la ley ante sus urgentes problemas de vida los desanimó y regresaron a su mal para estar peor.
Paraguay todavía rey del mbareté y el padrinazgo.
Me enteran además que el agua “azul” viene sucia de lodo, arenilla, raíces, fibra de caño, además no tiene el tanque arriba, sino abajo donde gozan ranas y mosquitos. “Las criaturas están expuestas a diarrea y otros malestares”, cuenta angustiada y con rabia mi anfitriona, madre de 5 hijos.
El tema de las aguaterías privadas es de larga data. ¿Cuántas existen en Paraguay y en qué condiciones? ¿Dónde están el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, Senasa, Essap y su ayudante Erssan? ¿Y el pacto con el Cemit (de la UNA)? ¿Existen las Juntas de Saneamiento? ¿Qué dice el autopremiado Ministerio de Salud Pública? ¿No tiene el Gobierno nacional el sabio asesoramiento del Banco Mundial “preocupado” por nuestra agua y desarrollo? Ríos de tinta, saliva de burócratas, proyectos en aguas de borraja.
No más del cuento de “vamos a ver las instancias correspondientes”; desconfiemos de los que siempre proponen “conversar civilizadamente”. Aquí hay que activar la justicia de distribución de los recursos naturales. Los aguateros ni nadie son dueños del agua, hay que ofrecer el servicio como corresponde, dejando de extorsionar al usuario. Si reclamar correctamente como lo hicieron estos compatriotas caacupeños no funciona, ¿qué debe hacer la ciudadanía? Si nadie contesta, los barrios tendrán que armarse y ver sus propios métodos de justicia.
3 comentarios
javier -
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Daissy Arce -