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¡SALVEMOS LA CUENCA DEL ARROYO ÑEEMBUCÚ!

 

Andrés O Contreras Chialchia

El manejo de la cuenca del arroyo Ñeembucú se suma al permanente proceso de deterioro ambiental que sufren nuestros humedales, hasta ahora explotados y manejados de manera abusiva y sin ningún control. Hasta el presente, hubo un uso degradante para con el suelo, agua, paisaje, bosques y su vida silvestre en general (parece que el Parlamento Nacional está a punto de sacar una necesaria ley de resguardo y protección de los humedales).

El arroyo Ñeembucú y su cuenca significan mucho para los pilarenses y no debemos tomarlos únicamente como un elemento más del paisaje, sino como una extensión de nuestra vida cotidiana, ya que encierra una serie de valores culturales, históricos, ambientales y hasta turísticos (si se tuviera la visión y el firme propósito de aprovechar los recursos naturales que son en definitiva recursos turísticos).

 

Hablar de Pilar involucra también al arroyo Ñeembucú. Y, debemos entenderlo, forma parte insoslayable de la vida de la ciudad desde los orígenes mismos, desde cuando esta era apenas un estratégico apostadero de tropas para repeler las incursiones predatorias de los indígenas chaqueños y de los

 

hostiles payaguás o en los distintos enfrentamientos en la Guerra Grande, hasta la construcción del precario puente Pachanga o del oficio de los canoeros, cuando no había un puente que cruzara a Villa Paso.

 

Es un arroyo involucrado que acompaña desde sus orígenes el crecimiento de nuestra ciudad y a su gente. Pero, actualmente, la cuenca del arroyo -en cuanto a manejo ambiental sustentable- es un verdadero desastre. Se actuó con poca o nada racionalidad ambiental. No hay áreas de reserva, no se tiene en cuenta que es zona de resguardo de la ciudad, se cortan los bosques protectores, se hacen extracciones de tierra o cavas, se queman los campos de los alrededores, se cultivan mal los suelos, se hacen supuestas canalizaciones de "limpieza", se construyen terraplenes dañinos sin pensar en las implicancias ecológicas y sin los estudios correspondientes, como lo que sucedió con el emblemático Paso Pindó, se depreda de manera permanente lo poco que va quedando de fauna silvestre, se utilizaron agrotóxicos muy potentes y residuales como el Furadan, se reducen alarmantemente los corredores verdes o corredores faunísticos, se afecta el desove de los grandes peces, etcétera. En fin, un panorama poco alentador y que demuestra una situación de abandono, desprotección y de alta degradación ambiental, que nadie con autoridad atiende ni se preocupa en revertir.

 

Aunque solo sea por una cuestión de supervivencia, hay que entender que Pilar es una ciudad vulnerable y que la cuenca del arroyo Ñeembucú está ubicada precisamente aguas arriba de la ciudad, y eso debe llevarnos a realizar un manejo ambiental prudente y responsable.

 

Dada su implicancia y el posible riesgo de inundación para los que vivimos aguas abajo, ella debe ser declarada zona de reserva o de resguardo ecológico de Pilar.

 

Urge ordenar la cuenca del arroyo Ñeembucú. Para ello, la Junta Departamental debe declararlo de interés departamental y exigir a la Secretaría del Ambiente (Seam) -con el debido acompañamiento y respaldo ciudadano- la implementación de pautas de manejo racional, de toda esa gran cuenca hidrográfica.

 

Paralelamente la Gobernación del Ñeembucú debe formar el Consejo de Aguas de la cuenca del arroyo Ñeembucú (conforme a la Ley 3239/07 y a la resolución Nº 170/06 de la Seam). De igual manera debería actuar la Municipalidad de Pilar por la implicancia del arroyo en la vulnerabilidad de la ciudad, formando el Consejo de Aguas de la cuenca del arroyo Ñeembucú a nivel distrital. Además, hay que insistir en la concienciación pública del problema a esta altura, ya que no se puede ser apático ni indiferente. Es necesario un plan de gestión y manejo que revierta la modalidad destructiva y se resguarde a la cuenca del activo proceso de vialización, actualmente realizado con escasa racionalidad ambiental.

 

 

 

Investigador UNP y ambientalista de Pilar, Ñeembucú

 

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