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BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA: HACIA LA REIVINDICACIÓN DE NUESTRA NACIONALIDAD

 

POR ARISTIDES ORTIZ ⋅ 

La nacionalidad es el derecho a una particularidad cultural.

La nacionalidad es una cuestión que debe ser reivindicada, en medio de las amenazas de un Capitalismo Global que va devorando diferencias culturales y, a la vez, va construyendo uniformidad.

Construcción histórica

El punto de partida de la construcción social e histórica de la nación paraguaya parece ubicarse en aquel 1537, año en que los Guaraníes Kario avistaron desde la bahía  las naves del capitán Juan de de Ayolas en las aguas del Rio Paraguay.

Aquel breve encuentro amistoso –al que siguieron las decenas de rebeliones  de resistencia indígenas- fue el inicio del desarrollo de una nacionalidad que fue marcando hitos en el decurso de casi 500 años y que llega hasta lo que hoy somos.

 

 

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El largo proceso de construcción de nacionalidad fue pasando por acontecimientos que fueron dándole contenido y forma al Paraguay de hoy. Citemos arbitrariamente algunos acontecimientos: el breve encuentro, por coincidencia de intereses y proyectos de aculturación contrapuestas, de guaraníes y españoles; las  incontables rebeliones indígenas de resistencia ante el penetrante dominio de los Karai europeos sofocadas con severidad; las heroicas batallas dadas por los guaraníes de las  misioneras jesuíticas; el levantamiento popular de los comuneros, y los sucesos de mayo de 1811. Siguiendo con el comienzo de la severa construcción del Estado Paraguayo durante el gobierno de Francia  y su continuación por los López; la hecatombe de la guerra de la triple alianza que destruyó el fortalecido Estado y dejó en coma la nacionalidad; la vuelta a la colonia, la venta de las tierras públicas, los incontables golpes de gobierno, la Guerra del Chaco, la Revolución de Febrero, la Guerra Civil de 1947, el golpe de Estado estronista de 1954, los movimientos de resistencia armada durante la dictadura; la construcción de la Represa de Itaipú; el golpe de Estado de Febrero de 1989, y la caída de la ANR en el 2008.

 

Identidad

 

Una nación cuya identidad está, como todo lo vivo, en perpetuo movimiento.  Un movimiento que tuvo sólo como uno de sus hitos los sucesos del 14 y 15 de mayo de 1811. Un río histórico que en sus recodos, sus bajadas, crecientes y desbordes, fue contorneando meticulosamente nuestro ethos social. Un río que sigue fluyendo. Un río diverso.

 

Si la nacionalidad es una construcción social e histórica y la historia es en movimiento, entonces la identidad de una nación también está en movimiento. Por esto, los albores de la nacionalidad paraguaya, en los que el Shamán Overá  lideraba una rebelión espiritual y militar guaraní al notar que los Pa’i cristianos avanzaban con sus dioses y sus nombres  sobre los Ava, poco se parecen a la época en que Rodríguez de Francia urdía hábiles gestiones políticas con la masa campesina para la construcción de un Estado soberano; o la resistencia militar de los guaraníes de las reducciones jesuíticas a las tropas realistas, que fue muy diferente  a la resistencia de las tropas paraguayas en el corazón del Chaco, en su intento por detener el avance de las tropas bolivianas.  Y así, podríamos comparar varios acontecimientos e hitos  en los que los protagonistas, las circunstancias, la geografía y los tiempos fueron diferentes.  Porque todo está en movimiento.

 

Y sin embargo todos los acontecimientos históricos citados y no citados están atados al Tukumbo,  ligados a una misma historia que los mezcla y los transforma en una misma cadena en la que el eslabón anterior hizo posible al posterior,  en su largo recorrido durante casi 500 años.

 

Producto de este largo proceso, la nacionalidad de la mayoría de sus habitantes ya estaba plenamente consolidada en 1811. Paraguay es un caso en que la nación se construye antes que el Estado. Un Estado nacional que comienza a forjarse con el gobierno de Rodríguez de Francia. Y que acumula fuerza estatal con los gobiernos de los López. Luego ocurre el infortunio de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, con la consecuente destrucción del Estado y la agonía de la nacionalidad.

 

En 1870, de las cenizas, como el ave fenix, la nacionalidad paraguaya renace, y retoma su proyecto país.

 

El abordaje nacionalista

 

La historia oficial del Paraguay fue escrita por historiadores colonizados, propia de una neo-colonia como hoy es Paraguay. Una parte de esta historia fue atravesada por el abordaje nacionalista. Juan E. O’leary,  Natalicio González y Justo Pastor Benítez fueron solo algunos historiadores  exponentes de esa línea. El nacionalismo es una defensa  extrema de la identidad: amenazado, debilitado, el ethos se reafirma en sí mismo, muchas veces en forma violenta, sobre una supuesta superioridad ante la otredad. Una idea de superioridad a través de la cual intenta sobreponerse a circunstancias históricas adversas. Es el caso paraguayo: vencido en una guerra terrible, diezmada su población, muertos sus referencias, mutilada su geografía y dominada por otras identidades, uno de sus recursos fue sobrevalorarse. Una sobrevaloración que, sin embargo, contenía una fuerte desvalorización. Este abordaje nacionalista fue de doble filo: por un lado insufló de fuerza a la decaída identidad nacional, pero por otro  creó las condiciones para la manipulación ideológica de la población perpetrada  luego por los poderes de turno.  Uno sirvió de aliento  para continuar con el proyecto nacional, el otro para imponer dictaduras, como el estronismo. Despotismos criollos que suelen negociar con los Otros imperiales para el sometiendo de la nación. Pero la historia es contradictoria y compleja: no tiene una misma dirección y sus acontecimientos tienen varias causas.

 

El abordaje liberal universalista

 

La otra parte de la historia del Paraguay fue escrita por los liberales universalistas. Cargado de eurocentrismo, negadoras de las identidades locales, interpretaron la historia desde la modernidad liberal. Cecilio Báez, Efraín Cardozo y Rafael Eladio Velázquez  fueron solo algunos exponentes de esta línea. Este abordaje cree en la identidad humana universal construida por las revoluciones burguesas occidentales: el ser humano es uno en todas partes del planeta. Y si no es, debe ser. Y ese Uno es el ser moderno, universal. Desde este lugar negaron toda identidad local: el idioma guaraní, por ejemplo. Negaron sobre todo lo primitivo, lo bárbaro, lo que no viene del occidente moderno.   Colonizados,  se negaron a sí mismos y a su cultura mestiza queriendo  parecerse a los Otros europeos modernos.

 

La reivindicación de la nacionalidad

 

Nacionalidad no es lo mismo que nacionalismo. El concepto de nacionalidad nos remite a una particularidad cultural diferente, no superior ni inferior,  a otras particularidades existentes en el mundo.  Una  particularidad cuyos contenido y forma culturales son tan ricos, contradictorios y complejos como otros. Una nacionalidad que contiene, no una nación homogénea, sí una diversa pero unida, con un presente consensuado  y compartiendo un proyecto futuro. Con un  pasado común.

 

Es una nacionalidad en la que me miro y me reconozco a través de sus gestas heroicas, sus personajes históricos, su lugares , su forma de hablar, aceptándome con mis limitaciones y mis potencias, con mis frustraciones y mis logros. Sintiéndome único, pero no superior. Proyectándome desde lo que soy, desde mi historia particular, no proyectándome desde la negación de parte de mi ser cultural, como nos enseña el eurocentrismo  para dominarnos.

 

Nacionalidad es, de otra forma, el derecho que tenemos  de no ser Uno, de resistirnos al proyecto de dominación global a través de de la uniformidad cultural. El derecho a vivir la necesidad de tener raíces en la tierra, a no dejarnos embaucar por la narrativa moderna que escribe que debemos ser todos iguales: pensar igual, comer todos lo mismo, coger de una forma, trabajando de la misma forma.  Es finalmente, el derecho a vivir diferentes, y no a vivir como quiere el Capitalismo depredador

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