CENSO AGROPECUARIO 2008: EL MUNDO DEL REVÈS
Jorge Zárate ⋅
La tierra en pocas manos, la soja sobre los alimentos, el ganado por sobre los cultivos. Este es el perverso modelo que sustenta el Estado según dejó al descubierto el Censo Agropecuario 2008. El cuadro de exclusión, que es persistente y sistemático, hizo perder más de 366 mil hectáreas a los pequeños propietarios (de 5 a 50 hectáreas) los últimos 18 años, en tanto que los grandes propietarios ganaron 9 millones de hectáreas en ese mismo período.
En el país hay 246.729 «productores/familias» que residen en su finca, según consigna el censo, en tanto que según las estimaciones de las organizaciones campesinas hay 300 mil «productores/ familias» sin tierra.
La edad promedio de los productores es de entre 48 y 53 años en un país con mayoritaria población joven. Esto quiere decir que los jóvenes no se incorporan a la producción agrícola como deberían, esto quiere decir que no tienen tierra, que no tienen arraigo.
El censo es una foto invertida de un modelo de justicia en el país. Se les sigue sacando a los pobres para darle a los ricos. Es el testimonio de una innegable injusticia.
¿Datos libres de sesgos y politiquería?
A finales de 2008 el mag detuvo los trabajos del Censo Agropecuario que habían sido iniciados por el gobierno de Nicanor Duarte Frutos y estaban «contaminados de politiquería», según declaró el ex ministro de Agricultura, Cándido Vera Bejarano. «Descontaminado» el Censo de politiquería, la segunda etapa del Censo Agropecuario fue lanzada en noviembre de 2008, ahora con la alianza estratégica de entre otros la Unión de Gremios de la Producción (ugp) la Asociación Rural del Paraguay (arp) y la Asociación de Productores de Soja, asegurando que también estuviera libre de «sesgos». Siguiendo la misma línea de acción, no se convocó a otros gremios como la Federación Nacional Campesina (fnc) y a la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (mcnoc) para que participen en la interpretación de estos guarismos.
Con este «sello de calidad» y sin la colaboración de la gente excluida del modelo, los resultados muestran una política agraria benefactora de la gran propiedad y detractora de la pequeña, en un Estado que según el Art. 115 inc. 1 de su Constitución Nacional desalienta el latifundio y garantiza el desarrollo de la pequeña y la mediana propiedad rural. Y no lo dicen las organizaciones campesinas.
Es claro entonces que los gobiernos que buscaron consolidar el sistema democrático paraguayo en medio de tumbos, altibajos y crisis, no lograron después de 18 años una sociedad más equitativa donde el derecho a la tierra consagrado en la Constitución Nacional sea observado
En el marco de la lucha por la tierra, las organizaciones campesinas han indicado una y otra vez las características del problema señalando una relación entre una justa distribución de las tierras y la democracia. También han requerido una y otra vez el cumplimiento de las prerrogativas constitucionales sobre distribución de tierras, el cumplimiento de las promesas electorales del candidato y el cumplimiento mínimo de los derechos de los cuales son acreedores como ciudadanos. Todo esto en función de construir una sociedad más democrática.
Después de 18 años del último Censo Agropecuario ya estamos a tiempo de hacer balances. Y surge la duda sobre si hasta cuándo el «modelo paraguayo» es sustentable. La masiva migración del campo a la ciudad –consecuencia de un campo expulsor de la pequeña propiedad campesina y benefactor de la gran propiedad– presenta un futuro incierto tanto para el campo como para la ciudad, inexorable, una jeringa de la cual la sociedad entera no podrá esquivarse.
Leyendo los nùmeros
La concentración de las tierras se mantuvo durante los 18 años que pasaron desde el censo de 1991 hasta el recién presentado Censo Agropecuario 2008. Hace 18 años un 1,55% de los propietarios tenían el 81,32% de las tierras y hoy el 85,5% de las tierras están en manos de la mínima cantidad de 2,06% de los propietarios.
La cantidad de fincas disminuyó de 307.221 en el 91 a 289.666 en el 2008, representando una baja de -5,7%. Todas las categorías que involucran a los pequeños y medianos propietarios, que van de 0 a menos de 100 hectáreas, disminuyeron. Esto es particularmente graves en la franja de propietarios que tienen entre 20 y menos de 50 hectáreas (Ha) donde se dio una disminución de -27,5%.
Sólo aumentaron en cantidad en este tiempo, las propiedades que tienen más de 100 Ha en sus dos franjas de estudio. De los que tienen entre 100 a menos de 500 Ha el aumento fue de 34,8%, en un dato que no sorprende pero que no deja lugar a dudas. Hay 2.705 nuevas fincas en esta franja de medición.
Sin embargo, el número incuestionable, es el 56,9% que aumentaron las fincas de más de 500 hectáreas. Se registraron en el censo 2.713 nuevas fincas de más de 500 hectáreas.
Resumiendo, hay 5.418 nuevas fincas de más de 100 hectáreas, en tanto que hay 22.973 fincas menos en las categorías que van de menos de 5 hasta las 100 Ha.
Es interesante además dar una medida de la cantidad de terreno que esto representa.
Las 2.705 nuevas fincas de entre 100 y 500 Ha ocupan 680.990 hectáreas, en tanto que las 2.713 nuevas fincas de más de 500 Ha se expandieron en 8.438.002 Ha.
Es decir, las nuevas fincas de 100 y más hectáreas se expanden en 9.118.992 Ha, mientras que las fincas de menos de 100 Ha sufrieron una retracción en terreno de 409.655 hectáreas.
Esto se llama concentración de tierras, aunque algunos quieran tapar el sol con un dedo.
Soja
Surge del censo la clara relación entre la expansión de los latifundios con el cultivo de soja, ya que creció en 1.753% la cantidad de fincas mayores de mil hectáreas que se dedican este rubro. De 26 fincas que lo hacían en el 91 pasaron a 482 en el 2008, localizándose la mayoría de ellas en Alto Paraná, Canindeyú, Caaguazú e Itapúa.
En contrapartida, se redujo 14,7% las explotaciones que se dedican al cultivo de soja en los propietarios menores de 20 hectáreas. Es decir, la expansión de la soja tiende a favorecer a los grandes propietarios más que a los pequeños.
Del total de más de 27 mil productores de soja que registra el censo, 18 mil productores de menos de 20 Ha hacen un total de poco más de 98 mil Ha de soja, en tanto que los propietarios de 100 Ha y más, cultivan más de 2 millones de Ha, del total de 2.463.510,4 Ha que según el censo se cultivaron en el período de la muestra.
Soberanía alimentaria y uso racional de la tierra
Otro dato contundente sobre las perversiones del modelo agrícola ganadero que se implementa en el país está dado en las cantidades de tierra destinadas a cultivos.
Un total de 288.892 explotaciones ocupan más de 32 millones de Ha de las que sólo poco más de 3 millones de Há (10% de la superficie) se usa en cultivos, en tanto que más de 17 millones de Ha están destinadas a pasturas (54% de la superficie), es decir a la ganadería.
En ese 10% hay que dejar en claro que la mayoría de las tierras se usa para la soja, en tanto que la economía familiar campesina lucha por su sustento. El censo prueba que los propietarios menores de 10 Ha, cuya finca tiene en promedio sólo tienen 3,6 Ha, usan un 53% de sus tierras para plantar rubros como mandioca, maíz, poroto, algodón, sésamo, caña de azúcar, en tanto que en el otro extremo, los grandes propietarios de 300 y más Ha usan sólo un 7% de las tierras para plantar commodities como soja, trigo, girasol y maíz, commodities de exportación, en tanto que destinan un promedio de 57% de las tierras para las vacas.
Hablamos de un modelo con una clara opción por las commodities en lugar de consolidar el autosustento alimentario en un mundo cuya crisis principal se dará en las poblaciones que no tendrán qué comer. Es imposible no preguntarse quién usa la tierra con mayor racionalidad.
Sésamo
Un total de 40.869 productores de sésamo trabajan 69.857 Ha de tierras concentrándose la mayoría en los departamentos de San Pedro y Concepción. La mayoría, 60.987 productores, lo hace en fincas de menos de 10 Ha, elemento imprescindible de analizar a la hora de juzgar la conveniencia o no de los subsidios que se requerían, teniendo en cuenta que es el cultivo de renta de estas familias. Sin precios, se condena a estos productores a soportar deudas que terminan quitándole las tierras, en un fenómeno que no fue expuesto durante las histéricas quejas por el sólo hecho de plantear una modalidad de subsistencia para este universo de productores.
Las vaquitas
En lo que hace al cuadro ganadero, es claro que la mayoría del hato, que es de poco más de 10 millones de cabezas, se concentra en grandes propietarios que tienen más de 200 cabezas de ganado. Los de la franja de propietarios de entre 200 a menos de 1.000 cabezas tienen más de 2 millones, en tanto que los más grandes, que tienen más de 1.000 cabezas, concentran más de 6 millones de bovinos. Los restantes dos millones se distribuyen entre gente que tiene entre 1 y 200 cabezas de ganado (ver cuadro).
Estado oligárquico y alternativas
Las declaraciones del coordinador del Censo, Edgardo Gómez, no dejan de explicar para quiénes trabajan los hombres del Estado. «Es una tendencia mundial de que la gente vaya saliendo de la actividad agrícola», dijo como toda disculpa, con total naturalidad ante el dramático cuadro que le expuso eltrabajo a su cargo.
Se dijo que en este mes de mayo se darían a conocer los datos integrales, ya que en esta nota analizamos los resultados preliminares. Todo hace pensar que cruzando los datos nos daremos con nuevas y sorprendentes lecturas del abandono que sufren los más desposeídos del campo por parte del estado.
Es importante que la sociedad conozca a fondo este modelo que solo trae riqueza para una pequeña minoría y hambre, destrucción y muerte para las mayorías.
Es posible usar tierras de gran capacidad de producción para alimentar a nuestro pueblo, en lugar de que sólo se hagan pasturas. Es posible plantearse una industria alimenticia, así como es posible apostar por una agricultura campesina que según los datos es actualmente el modelo más eficiente en producción de alimentos. Hay alternativas a este modelo que es obligación comenzar a discutir entre todos.
Es posible cambiar de verdad.
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