NUEVOS PARTIDOS, NUEVOS DESAFIOS
- Benjamín Fernández Bogado
Muchos de los liderazgos populistas surgidos en los últimos años en América Latina reflejan más la decadencia y el agotamiento de los partidos que la irrupción de algo innovador y distinto a lo que se tenía. Y hoy muchos comienzan a ser críticos con los caudillos que habiendo castigado a los partidos son víctimas de lo que el pueblo había aborrecido. Corrupción, nepotismo, ineficacia, intolerancia, soberbia y agresividad son características que se repiten en varios países donde el clamor popular pidió el fin de lo que algunos llamaron: la partidocracia. A partir de este agotamiento se buscaron medidas sustitutivas a esa forma de representación popular surgiendo “nuevas democracias” que en su incapacidad de sustantivizarse pasaron a hacer suyo el adjetivo de “participativas” con lo que se intentaron hundir en el descrédito a las criticadas “representativas”. Lo cierto es que si no cambiamos la argamasa con la que se construye el poder, las cosas seguirán iguales independientemente del adjetivo que se use.
La crisis de muchas de nuestras democracias desbordadas por reclamos populares es la actitud refractaria que han tenido los partidos políticos a la inteligencia. Esa que puesta al servicio de la política resulta innovadora, crítica, planificadora y por sobre todo lúcida para poner en tela de juicio de manera permanente el ejercicio del poder sin que ello resulte en la calificación de “traidor” o “vende patrias”. La autonomía e independencia de los intelectuales ,tan necesarios en tiempos de cambios, han sido arrinconadas por el grito de las turbas que hoy pueden ensalzar al líder de ocasión como mañana pedir su expulsión o su muerte. ¿Acaso no es el mismo pueblo que vitoreó a Mubarak por tanto tiempo en Egipto el que ahora pide que se vaya antes de que lo corran? Las antenas de los partidos políticos deben escuchar a quienes tengan visiones divergentes a las dirigencias de ocasión. Deben admitir la crítica y no refugiarse en un dogmatismo vacuo que solo consigue aislarlos de los verdaderos intereses de la gente poniendo en riesgo los procesos políticos pero por sobre todo: dilatando la solución.
Hoy la gente sabe más lo que le duele y donde le duele pero muchos de los desafíos son sepultados por partidos recién fundados en una catarata de agravios y búsquedas afiebradas de encontrar el chivo expiatorio de ocasión, cuando en realidad si tuvieran capacidad de convocar a los que piensa distintos tendrían la popularidad de Lula en Brasil quien no titubeó en convocar a su crítico Mangabeira Unger para hacerlo ministro de planificación. Otro en su lugar hubiera colocado al último orejón del tarro para reírse cínicamente de la inteligencia. A aquel le fue tan bien que lo invitaron a sambar en el carnaval, a los otros solo les quedó huir, exiliarse y en el mejor de los casos evitar salir a las calles y levantar la altura de sus muros.
Publicado en el diario “El Comercio” de Quito el miercoles 9 de febrero de 2011
0 comentarios