CAMBIO Y MAQUILLAJE
J. Montero Tirado
Los cambios culturales, sociales y políticos son difíciles y normalmente lentos. La inercia mantiene la dirección de las tendencias instaladas y el apego a las costumbres tiene frenos muy poderosos. Lo que sucede en los ámbitos culturales, sociales y políticos se repite en la educación, tanto en la educación familiar como en la escolar y universitaria. Las resistencias a los cambios tienen raíces muy profundas. La reacción más frecuente es usar cosméticos en vez de cirugía de fondo.
Maquillaje es el anteproyecto de ley de educación superior que la Bicameral entregó al Congreso en diciembre pasado con pretensiones de convertirse en ley. Se cambia algo para que no cambie nada fundamental y las universidades y los institutos superiores sigan haciendo lo que hacen, sin dar cuentas a nadie. Ni la sociedad ni el Estado podrán controlarlos.
En febrero del 89 se vio la necesidad imperativa de reformar la educación. La educación escolar acometió la reforma y mejor o peor hizo sus cambios, algunos verdaderamente sustanciales. Sin embargo, a más de veinte años de la caída de la dictadura, la educación superior, incluida la universitaria, ni siquiera se ha preocupado de preparar buenos cosméticos. Al revés, en muchas instituciones recientemente creadas se ha profundizado el deterioro.
Maquillaje es la “Resignificación de la Educación Media”. Lo que se ha cambiado de la criticada reforma de la educación media es pura cosmética. Sigue la misma cantidad de asignaturas y la misma carga horaria, lo que se ha hecho es reagruparlas de otra manera. El primer plan de reforma del bachillerato era piloto; este segundo, también. Llevamos seis años de pilotaje, es decir, hemos trabajado con miles de bachilleres como conejitos de laboratorio. La educación media profesional ni siquiera tuvo esa mala suerte. Seguimos esperando el diseño necesario de la educación media para lograr el cambio esperado.
A estas alturas del desarrollo de la pedagogía hay muchas investigaciones y experiencias sobre qué hay que hacer en este mundo cambiante y acelerado. No basta con maquillajes, hay que cambiar la concepción, el diseño y la concreción de los currículos.
El objetivo no es ni debe ser cargar la memoria con datos e información. Como dice Angel I. Pérez (2009, 88), “en la sociedad de la información los datos están al alcance de un toque de ratón en cualquier computadora. Comprender los conceptos, las proposiciones, los modelos y las teorías exige ya un grado más o menos elevado de actividad intelectual. Por tanto, el objetivo prioritario de la actividad escolar no será como hasta ahora que el estudiante acumule la mayor cantidad de datos o informaciones en la memoria a corto plazo, para reproducirlos fielmente en una prueba, sino que construya ideas, modelos mentales y teorías contrastadas que le permitan buscar, seleccionar y utilizar el inagotable volumen de datos acumulado en las redes de información para interpretar e intervenir de la mejor manera posible en la realidad”.
Es interesante observar que los países con mejores resultados escolares, como Finlandia, Nueva Zelanda, Reino Unido y Australia, proponen modelos de currículos manejables, que les permiten un razonable equilibrio entre número de disciplinas y desarrollo en profundidad y junto a eso el gran objetivo que es la formación en competencias y entre ellas principalmente las capacidades mentales de orden superior, por ejemplo, aprender a pensar, aprender a considerar los temas considerando sus múltiples perspectivas, indagar los aspectos y variables ocultas, etc.
Con el modelo actual de bachillerato, ni el maquillaje podrá disimular su deforme debilidad.
¿Se puede cambiar la educación sin cambios en el ámbito político?
No nos engañemos. En definitiva, la educación está en manos de los políticos, no en manos de los educadores profesionales. En todos los países el presupuesto destinado a educación lo deciden los políticos, las leyes para el sistema educativo las propone el Poder Ejecutivo, las elaboran los legisladores y las promulga la máxima autoridad del Ejecutivo. Y en nuestro país los supervisores, los directores, los profesores y maestros están propuestos y frecuentemente impuestos por los políticos, para que sean sus votos cautivos e incluso sus operadores políticos.
Estamos lejos de los cambios políticos anhelados. La corrupción, la pobreza, la inseguridad, la inequidad, la droga y el contrabando cierran las puertas de la esperanza.
11 comentarios
Anónimo -
La verdadera libertad es una esclavitud. Tal vez, me temo, eso de esclavitud conectado con la libertad suene a algo demasiado exagerado. O paradójico. Concedido, el ser esclavo o propiedad de alguien, cuando uno posee una dignidad y valor intrínseco, es decir, demasiado. Se asume, desde luego, que la libertad es una facultad humana y no es también propia de los perros. De cualquier manera, si se mira este engorroso asunto con más detenimiento y no sólo de reojo intelectual, aquello de ser esclavo para ser libre deja de ser algo cruel. Veamos.
No nos referimos aquí a la connotación que entiende lo de ser esclavo como el estar sometido a algo de manera fatal, como alguien que es preso de un vicio congénito. Más bien, indicamos a una esclavitud que implica una pasión en obedecer una realidad que, en sí misma, nos impulsará ser, irónicamente, dueños de nosotros mismo; esclavitud entendida como obediencia, y en este caso, obediencia a la verdad de lo que somos como personas. Una persona así, aunque esclava, es libre. Este y no otro, creo, es el sentido que se debe dar al espíritu de la ley en un Estado de Derecho. Se cumple la norma jurídica, pues la misma nos hace libres en el sentido político.
Y aun así, lo de obedecerla acarrea más pesadumbre que un sentido de liberación y, con ello, la cultura cívica se empobrece y se torna renga, pues si la ley se vuelve como un chicle moluscoide que se puede interpretar de varias maneras, entonces nadie es realmente libre, pues la ciudadanía no sabrá a ciencia cierta y con claridad a qué atenerse, qué obedecer, qué conducta sería legal o cuál reprobable. Bien: esa relación de conciencia del valor de obedecer la ley, a pesar de que la misma colisione con nuestros intereses, está en el corazón de una república.
Viene esta necesidad de comprender la esclavitud ciudadana a la ley ante la casi miríada de interpretaciones sobre el doble sueldo del canciller. No es el monto, sino el hecho que supone una renuncia a uno de ellos y, de yapa moral, a seguir en la función pública. Y esta es la razón ciudadana: los ciudadanos (y esto no excluye a los políticos) no somos dueños, sino administradores de la cosa pública, para lo cual, la obediencia a la ley -ser esclavos- no puede no acatarse. No es mera obsesión moralista, sino la necesidad del gesto, y también del ejemplo que eduque la memoria, nutra el imaginario colectivo, sobre todo de los más jóvenes. ¿O acaso uno no se siente orgulloso, íntimamente, cuando oye a algún memorioso relatar los gestos de honestidad acrisolada de un Eligio Ayala?
La libertad viene de la honestidad y del cumplimiento de ley, de una esclavitud que libera, una característica ajena al pensar débil contemporáneo y más afín, a un pensamiento fuerte que se nutre en la perseverancia de la obediencia a la ley y a la honestidad. Ser esclavo de la ley no significa, de ninguna manera, algo indigno, sino todo lo contrario; es la fuerza que hace que una democracia republicana sea sostenible como una carrera de largo aliento. Lo demás, lo débil, la excusa, el maniobrerismo legal, es mera herejía ideológica populista.
Anónimo -
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Señor Director. Tengo el honor de dirigirme a Ud., a fin de saludarle atentamente y a la vez hacer mención al editorial de la fecha (por el miércoles 2/03/11), que se titula "En la era de la producción, la tecnología y la innovación no se puede educar bajo el árbol", publicado en el prestigioso diario que dirige.
Al respecto debo señalar el enorme esfuerzo que se está realizando desde esta administración para poner en condiciones los espacios educativos, de tal manera que los alumnos, alumnas, estudiantes y adultos tengan aulas dignas para el desarrollo de saberes y competencias que lleven a la formación de ciudadanos de bien a la nación. Evidentemente, el mejoramiento de la infraestructura escolar es un proceso a largo plazo que obliga a una inversión muy importante. Algunos números ayudarán a comprender el gran desafío.
a. - Existen 8.345 instituciones educativas a cargo del Ministerio de Educación y Cultura, distribuidas en Asunción y los 17 departamentos del país. Cuando se inició el gobierno del presidente Fernando Lugo, el 15 de agosto del 2008, había 365 instituciones en buen estado y 7.710 en malas condiciones.
b. - Hasta el día de hoy, de esos 7.710 locales en malas condiciones, ya se han puesto en buenas condiciones de uso, tanto la construcción civil como las instalaciones, 2.072 instituciones educativas.
Están en proceso de reparación, modificación y ampliación actualmente otros 877 establecimientos, a concluir el 15 de agosto del 2011.
c. - Faltarán entonces 4.766 a reparar, completar y ampliar, en algunos casos, hasta el 15 de agosto del 2013.
La expresión "se puede educar bajo un árbol" no significa que la opción institucional sea esta, sino que, a pesar de la falta de recursos financieros suficientes y oportunos para inversión en la infraestructura escolar y logísticos para levantar las necesidades, proyectar los trabajos, coordinar y fiscalizar su ejecución, capacitar a las Cooperadoras Escolares para administrar y cuidar la rendición de cuenta y los recursos utilizados, estamos llevando adelante este emprendimiento para que las niñas, niños, jóvenes y adultos en este país aprendan más y los docentes desarrollen su noble tarea de enseñar cada día mejor.
Entendemos que la mejoría de la infraestructura escolar no puede esperar, pero también, sin buscar responsables de tanta carencia acumulada, pedimos a toda la sociedad, incluyendo a la prensa, la comprensión y colaboración para seguir adelante con el proceso de mejoramiento integral del sistema educativo de enseñanza y aprendizaje, mostrando lo que falta pero también lo que ya se ha hecho, para estimular a los héroes anónimos que están poniendo su máximo esfuerzo para lograr estos objetivos.
A la espera de que la presente carta sea publicada, en el marco del derecho a réplica, hago propicia la oportunidad para saludar al Señor Director, con las estimas de mi más alta y distinguida consideración.
Ing. Miguel Otazú
Coordinador de la Unidad de Infraestructura del Ministerio de Educación y Cultura.
Francisco López -
Soy vecino del estadio Defensores del Chaco y puedo hablar por experiencia propia acerca de lo que dejan los partidos de afluencia masiva a nuestras casas, calles y propiedades. La Policía generalmente se desentiende de estos problemas, me refiero a lo que hacen las barras de hinchas de fútbol que en manada salen del estadio y cometen todo tipo de atropellos y daños. Si alguien tuvo la ocurrencia de dejar su vehículo estacionado en la vereda, por ejemplo, puede estar seguro de que después de que pasen estos muchachos va a encontrar rayada la pintura. Ya nos pasó a mi familia que han roto los espejos retrovisores. Además, si en su camino encuentran a alguien que no comparte sus colores o que simplemente se está ocupando de otra cosa, le gritan insultos y amenazas. Ya uno no sabe a quién quejarse.
Tal vez las nuevas autoridades municipales hagan algo para mantener el orden cerca de los estadios y evitar que se produzcan estos hechos tan desagradables. Tal vez se pueden movilizar algunos agentes de Tránsito para reforzar la labor de la Policía. Ahora leo que uno de los partidos más importantes del torneo se va a jugar en la cancha del club Libertad, que es mucho más chica que el Defensores. Compadezco a los vecinos de ese estadio porque con esas hinchadas grandes seguro que algún despropósito o pelea. Siempre encuentran la manera de encontrarse en algún punto del barrio donde está el estadio para empezar sus peleas. Y los que siempre salen perjudicados con esto son los vecinos. No estoy en contra de los deportes ni de los espectáculos deportivos, solamente creo que la Policía debería mejorar su eficiencia y ser capaz de garantizar la seguridad a los que asisten a las canchas y a los vecinos, quienes no tienen porqué pagar por la mala educación o la violencia de inadaptados.
También la gente de la Fiscalía puede ayudar mucho a llevar tranquilidad a los estadios, procesando a los violentos que hacen tanto daño al deporte de este país. Está probado que esto tuvo mucho éxito en otros países, donde consiguieron reducir mucho la violencia en los estadios llevando ante la justicia a los verdaderos responsables. Una fuerte multa o incluso unos cuantos días en la cárcel no le vendrían nada mal a algunos sujetos que se creen con más derechos que los demás. Ojalá llegue el día en que la gente aprenda a divertirse en forma sana y, por sobre todas las cosas, respetando los derechos de los demás. Tenemos que comprender de una vez por todas que para demostrar apoyo a los clubes o partidos que queremos no necesitamos de insultos o ataques, sino de alegría y espíritu. Cuando nuestra población finalmente entienda que con fanatismos no llegamos a nada y que lo único que conseguimos es perjudicarnos a nosotros y a terceros, ese será el día en que el verdadero cambio llegará al Paraguay.
Andrés Granje -
En el Paraguay suceden hechos que ni siquiera los grandes ilusionistas o magos como Mandrake o David Coperfield, han soñado jamás, ellos en sus shows mas asombrosos hacen desaparecer automóviles, personas y objetos diversos, nunca tres contenedores de una partida de trece, en un tris sin que nadie los vea, pero no solamente los contenedores sino toda la carga que transportaba, como lo han hecho los funcionarios de la Administración Nacional de Navegación y Puertos en su playa de contenedores en Ciudad del Este, según los investigadores para la consumación del hecho solamente debe darse la complicidad de la funcionarios de la aduana, en un trabajo organizado e interinstitucional digno de fines mas loable.
Si a esto sumamos los otros hechos sucedidos en la policía nacional con el robo de armas , fusiles de gran potencia de reciente adquisición de Colombia que se esfumaron de la armería sin que nadie supuestamente se percatara del ilícito, sumados a otros sucesos que acontece a diario en distintas reparticiones públicas, que nos lleva a decir que no existe repartición del estado donde no exista hechos de corrupción galopante, por eso antes que admirarnos esta habilidad de prestidigitadores que exhiben estos funcionarios que creen pertenecer a la logia de los ilusionistas, debemos decirles que son solos habitantes del universo de la corrupción, ese mundo denso y sin límites creado por generaciones de desnaturalizados reprobos e inicuos funcionarios que pone en peligro y amenaza con terminar todo atisbo de formalidad y legalidad en el país.
Lamentablemente tenemos que coincidir que por causa de una deficiente administración de justicia, que no es nuevo sino tiene años de vigencia en el país, se sancionan con sables de papel los hechos de corrupción, sumados a la poca tradición de justicia del pueblo que no reclama de sus autoridades judiciales o políticas las rectificaciones adecuadas, convivimos con la irregularidad y la marginalidad, a tal punto que algunos propagandista de la corrupción con mucho cinismo opinan que los que denostan contra la irregularidad lo hacen simplemente porque no tuvieron oportunidad de robar todavía y que cuando se le presente la oportunidad no dudaran en hacerlo.
Nosotros creemos que para cambiar este estado calamitoso en que estamos como sociedad, para terminar esta corrupción galopante que nos agobia, debemos transitar un proceso de limpieza y concienciación que va a llevar su tiempo y tendrán costos dolorosos pero inevitable, en ese sentido creemos que todas las instituciones deben cooperar, en especial algunas tan respetables como las Iglesias de distintas confesiones, en tener mayor severidad moral con aquellos acólitos que están en la irregularidad y la corrupción, de tal forma de castigar a los miembros que con hipocresía y cinismo dan su aporte monetario para su iglesia fruto de la corrupción y la marginalidad.
nelsoncardozuna21 -
brunosol -
taurus -
mariomartinezjimmy -
NO estoy de acuerdo con el periodista que pone como una salida al Parlamento, hombres con postbrado. Si todo lo que tenemos en política, gestión administrativa y judicial, viene del extranjero, de países del primer mundo, dónde lo menos existen 10 postgrados y unas cuántas maestrías en los hombre que trabajan en estos "modelos de gestión pública y judicial". La idoneidad, la honestidad y sencilles deberían ser suficiente.
nelsoncardozuna21 -
icanuck -
Jorge Rubiani -
En la jerga machista se utiliza la frase del título para indicar el sometimiento de una mujer al abuso sexual de dos, o unos cuantos, varones. En lo cotidiano, sirve para calificar la componenda de varias personas para perjudicar o engañar a otra, aunque el diccionario no le adjudique exactamente ese significado. Esta confusión produjo la prisión de nuestro colega Alcibiades González Delvalle en tiempos de la dictadura (una de las tantas veces), cuando ante las reiteradas omisiones de la Astrea chicata, sordomuda y coja que operaba entonces, apeló a la frase. Hay que echar en gorra a la Constitución, escribió el periodista metafóricamente frustrado frente a la verificación de que aquel hato de delincuentes con toga había atenazado con sus zarpas el fiel de la balanza.
Hoy, más explícita que metafóricamente, nos metieron en gorra. Aunque ya no está el dictador y tengamos democracia. Aquel sueño nuestro de cada día y de tantos años, que se ha convertido en lo que tenemos: un largo procedimiento en el que nos atiborran de campañas publicitarias en todos los medios, inundándonos de afiches que muestran los sonrientes rostros de los candidatos en árboles, columnas y paredes de todo el país. Previo a todo, los partidos políticos hacen un remedo de integración de listas y en el día de la votación nos dicen: votad por nos ... y ya está. A partir de ahí, los elegidos negociarán espacios de poder: Consejos, Comisiones, Cortes y cargos varios. Presupuesto Nacional, Fuerzas Armadas y Policía. Ellos decidirán lo que se hace y lo que no, saliendo a la caza de oportunidades que les aseguren larga estancia en el Parlamento, o cerca del poder. Los pocos dignos que pretendan sustraerse del operativo serán acallados por la marea de votos y el Estado Nacional quedará entonces como ha estado quedando en los últimos años a merced de la banda democrática. Y nada que hubiera servido para echar al tirano, sirve ahora para librarnos de esta nueva forma de tiranía. Pues como dijo otro déspota, el Generalísimo Franco de la Ibérica península, todo quedó atado y bien atado a partir de nuestra benemérita Constitución del 92: las reformas, los castigos, las investigaciones, las decisiones... Todo. Pues nuestro destino dependerá de los electos aunque ellos funcionen solo para sí mismos, para sus acólitos o sus partidos. Que todo es casi lo mismo.
¿Y el pueblo? El pueblo amanece todos los días, pasmado ante nuevos descubrimientos de cómo funciona el sistema. El último fue que en el Paraguay tenemos más contratados en el Superior Tribunal de Justicia Electoral que soldados en el ejército. ¿Y qué esperábamos? Hace ya mucho tiempo que los paraguayos no extraemos lecciones de lo que nos sucede y pareciera que la cuantiosa información sobre los escándalos solo espera la aparición del siguiente para que pasen al olvido. ¿Podía esperarse otra cosa de un sistema electoral regido y comprometido hasta los tuétanos con los partidos políticos? ¿Podría esperarse algo de una Ley Electoral que considera casi nulas posibilidades de participar en la cosa pública sin una afiliación partidaria? En el sistema convencional de Justicia, un juez se inhibe ante causales de amistad o enemistad con un procesado o demandante. Sin embargo, la Justicia Electoral TIENE que componerse de gente involucrada en el resultado de las votaciones. O afectada por ellas.
¿Podía influir en algo el Parlamento Nacional, constituido por las internas de cada partido? Así debiera ser, dirán. Debiera ser, si los electos para representarnos fueran personas de alta calidad intelectual y moral, además de contar con un acerado sentido del deber y el compromiso cívico. Virtudes que no son precisamente las que enarbolan la mayoría de nuestros parlamentarios. Si no lo creen, lean cuidadosamente las respuestas que dieron a la emergencia de este último escándalo. A propósito, el Parlamento Nacional guarda como uno de sus secretos más preciados cualquier dato referente a la calidad intelectual y académica de sus componentes. Sólo como ejemplo y para dimensionar la magnitud del misterio: a mediados de la última década del siglo pasado se pudo saber que el 65% de los miembros del Congreso no había llegado a completar el bachillerato... Y eso sucede porque la categoría de luchadores sociales fue equiparado a cualquier posgrado en una universidad de prestigio. Y ya es hora de que sepamos claramente quiénes son nuestros representantes, qué nivel de educación poseen, qué experiencia de trabajo, qué sentido de la moral y los valores. Y qué han hecho, finalmente, para merecer tal distinción.
De manera que, queridos compatriotas, ¿creen ustedes que algo mejorará repitiendo el mismo ritual en cada elección? ¿Hubo algo mejor que malo a partir de las que se han hecho? ¿Algún funcionario de alto rango está en la cárcel por mal desempeño? Si la respuesta a todo esto es NO, es que ha llegado la hora de exigir respeto y de que las cosas se hagan de acuerdo al ideal y los hábitos verdaderamente democráticos.