CUANDO EL AGUA AVANZA HACIA LAS CASITAS
Milia Gayoso Manzur
Doña Gregoria dice que el agua sube muy rápido. Ella vive a dos cuadras del río Paraguay, en una población donde cada año, las casitas son alcanzadas por las aguas, y deben subir hacia lugares más altos, improvisando algún rancho hecho con palos y paredes de hule negro. Parece una imagen de antaño, pero es muy actual: las crecidas son constantes, y la pobreza también.
He visto avanzar el agua, la semana pasada, desde una de las ventanas de un sanatorio edificado cerca del río. Llegará hasta esos depósitos, dijo alguien que conoce la zona. Si lo hace, las pérdidas materiales también serán importantes para los empresarios, dueños de dichos inmuebles.
Cuando escucho hablar de crecidas, me viene a la mente una imagen que atesoro en el recuerdo. La noche anterior, el agua estaba a metros de nuestra casita, en el puerto de Villa Hayes. Mis abuelos habían empezado a empacar las cosas para trasladarlas a otra casa que tenían en el pueblo, por si el agua continuaba subiendo.
A media mañana, me despertó mi abuela con su saludo cariñoso, “jaha che mamita corazón”. Cuando miro enrededor, veo agua por todas partes y a mi camita, convertida en un salvavidas. Desde las primeras horas del amanecer, mi abuelo había estado mudando nuestras pertenencias en varias idas y vueltas, con su canoa. En ese último viaje le tocaba llenarnos a las dos.
Cargando lo poco que quedaba por mudar, nos fuimos los tres y Rompe, el perro de mi tío. Aquella vez esperaríamos bastante tiempo para regresar.
El éxodo durante las crecidas, es una constante en los pueblos costeros del Paraguay, aún cuarenta años después de este relato que les cuento, porque el río milenario sigue su curso de agote y desagote y los humildes siguen también su vida bicentenaria de necesidades. Algunos podrán decir: que se vayan a vivir a otro lugar, pero en esos casos quizás el remedio sea peor que la enfermedad, porque tal vez tengan su sustento cerca del río, o bien ya han instalado allí su querencia y no hay manera de que consigan otro sitio donde trasladarlo, para que les resulte beneficioso. A no ser que haya un buen plan de reubicación del gobierno.
Los pobladores ribereños de Asunción, también sufren cuando sus casitas quedan bajo agua, y deben subir hacia las calles de la ciudad para instalarse como sea. Sin embargo, al parecer la Municipalidad de la capital empieza un plan de reubicación de los pobladores afectados, lo cual sería acertado y positivo para todos: para los ribereños y para quienes necesitan los espacios de la ciudad para transitar.
En los últimos años, la Municipalidad de Villa Hayes también ha echado mano de sus espacios para dar cabida a los afectados, que en esa zona del bajo Chaco suele ser bastante grave, porque no sólo crece el Río Paraguay, sino también el Confuso, llegando a inundar grandes espacios y perjudicando a mucha gente.
Con un buen plan de emergencia en cada municipio, donde se levantan las comunidades costeras, se puede lograr que estos desajustes de la naturaleza no se conviertan en una catástrofe para las familias afectadas.
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