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HA… CHE RETà PARAGUAY ✓

¿QUIÉNES SON LOS "BRASIGUAYOS"?

 

  • Valeria Perasso

BBC Mundo, Cono Sur

La mayoría de las plantaciones de soja en el oriente están en manos de brasileños. 

Don Tranquilo Favero tiene 70 años, nació en Brasil pero hace más de 40 cruzó la frontera para no volver. Su documento dice que es paraguayo nacionalizado pero, para la sociedad en la que se ha instalado, tiene otro título: "brasiguayo".

Así llaman en Paraguay a los agricultores brasileños y sus descendientes, afincados desde comienzos de los años ’60 en los departamentos del este del país que comparten frontera seca con los estados brasileños de Paraná, Santa Catarina y Mato Grosso do Sul.

Favero fue uno de ellos. Vino por unos días de visita, con algunos conocimientos de la faena rural, y recibió una oferta para comprar terrenos.

 

"Me crié en el campo, conozco mucho… me daba cuenta de que eran tierras excelentes, pero estaba todo abandonado, nadie cultivaba nada", cuenta cuando le preguntan por los inicios de lo que luego se convertiría en un imperio.

 

Hoy es el mayor productor individual de soja de Paraguay, dueño de inversiones en 13 de los 17 departamentos del país y principal accionista de nueve empresas que integran un poderoso grupo económico que lleva su apellido.

 

La historia del "rey de la soja" es el más acabado ejemplo de un fenómeno migratorio que ha desdibujado la frontera entre Paraguay y su gigante vecino.

 

Según estimaciones de 2008, en Paraguay existe medio millón de brasiguayos, sobre una población total de 7 millones. Sus propiedades comienzan en la zona limítrofe, pero su influencia llega más allá: la actividad agropecuaria es el principal motor de la economía paraguaya, y los brasileños —recién llegados o asentados hace décadas— son en buena medida responsables del despegue del sector.

 

Fuerza económica

 

Los brasiguayos trajeron mucha tecnología y contribuyeron para que el resto del país sea más competitivo

Juan Néstor Núñez, presidente de la Asociación Rural del Paraguay

En la primera parte de 2010, el Producto Interno Bruto (PIB) paraguayo registró un crecimiento histórico de casi 11%, impulsado en un 50% por el sector agrícola, según datos del Banco Central.

 

La tendencia se alimenta a base de una semilla: la soja. Fue este grano, el "oro verde" de las balanzas comerciales en esta porción de Sudamérica, el que atrajo una oleada de brasiguayos durante la última década.

 

Para los brasileños, la estrategia de inversión agropecuaria en el extranjero no es nueva ni se restringe a su vecino del oeste. Existe, por caso, una migración fuerte de empresas hacia África —Angola, Mozambique, Mauritania y Sudán—, que compran tierras para producir porque consideran que en la sabana africana estará el granero del mundo en 20 años.

 

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La propuesta es simple: llevan tecnología y experiencia y consiguen terrenos a precios mucho más bajos que en su propio país, donde la zona apta para los agronegocios está sobreexplotada.

 

En su desplazamiento hacia Paraguay, repiten el mismo modelo.

 

"Los brasiguayos trajeron mucha tecnología y contribuyeron para que el resto del país sea más competitivo. No es por nada que tuvimos récord en la producción de granos, con 10,5 millones de toneladas el último año, el doble del anterior", le dijo a BBC Mundo el presidente de la Asociación Rural del Paraguay (ARP), Juan Néstor Núñez.

 

Tierras baratas

 

De acuerdo con informes privados, del 1,5 millón de hectáreas plantadas con soja en los departamentos orientales —a más de 300 kilómetros de Asunción— 1,2 millones están en manos de productores de origen brasileño.

 

 

La historia del "rey de la soja" es un ejemplo del fenómeno migratorio entre Paraguay y Brasil.

 

"Brasil tiene precios muy altos en tierras agrícolas desarrolladas, de US$7.000 u 8.000 por una hectárea útil que puede generar a razón de cuatro toneladas de soja. En Paraguay, en la mejor zona la hectárea cuesta unos US$5.000", señala Cristián Beláustegui, presidente de Compañía Argentina de Tierras, que ofrece campos a la venta en Paraguay.

 

Pero la ecuación mejora si se apunta a los campos ganaderos. Toda la zona limítrofe entre Paraguay y Brasil se ha ido reconvirtiendo recientemente de la explotación pecuaria a una de tipo agrícola, y un terreno que se usaba para pasturas y que debe ser reacondicionado —lo que lleva dos años— puede conseguirse a US$1.000 la hectárea.

 

"Esto produjo una generación de brasileños sojeros, que han consolidado los rendimientos mediante la siembra directa y la genética. Para Paraguay, la tecnología que aportan los extranjeros es bienvenida. Es una política de Estado y la defienden porque les genera crecimiento", señaló el asesor inmobiliario Juan Goldaracena.

 

Tensión social

 

Las (normas) brasileñas son más estrictas y por eso a los productores les es más fácil venir a Paraguay, donde los controles son laxos

Claudia Ricca, consultora de la ONG Amigos de la Tierra EWN

Sin embargo, la historia de don Tranquilo Favero, brasiguayo pionero, y su oleada de seguidores no siempre es leída como un caso de éxito.

 

No lo es, por caso, para los campesinos vecinos de sus propiedades. En una zona pobre y de alta conflictividad social como el Oriente paraguayo, la agricultura intensiva de la soja ha generado una merma en el empleo rural.

 

"Pierden sus trabajos y no hay ningún tipo de beneficio: los caminos están totalmente degradados por los camiones sojeros, los empresarios no viven allí, no pagan impuestos ni retenciones y nada de lo que ganan queda en las comunidades", señaló en conversación con BBC Mundo Claudia Ricca, consultora de la ONG Amigos de la Tierra EWNI, que trabaja en la zona.

 

La falta de empleo genera, además, una disputa desigual por las tierras. Los pequeños productores tienen que emigrar en busca de oportunidades y deben vender sus parcelas al mejor postor. Éste suele ser un agroproductor brasiguayo.

 

Descontento vs conveniencia

 

Existe, sin embargo, una ley nacional sancionada en 2005 que prohíbe que los extranjeros de países limítrofes adquieran o usufructúen tierras a menos de 50 kilómetros de los límites internacionales, por considerar que ésta es una franja "de seguridad fronteriza".

 

"En toda la región sojera esta norma no se cumple, como tampoco se cumplen las leyes ambientales. Las (normas) brasileñas son más estrictas y por eso a los productores les es más fácil venir a Paraguay, donde los controles son laxos", señaló Ricca.

 

Lo cierto es que el mismo Favero fue acusado, y penalizado, por cometer "desmonte masivo". Recientemente, un grupo de lugareños amenazó con invadir sus propiedades, en protesta por las fumigaciones constantes con agroquímicos que acompañan a la soja transgénica.

 

Analistas paraguayos señalan que, por primera vez, en la zona parece haberse despertado un sentimiento xenófobo contra los inmigrantes que hoy son dueños del territorio, en el marco de un reclamo de reforma agraria de fondo.

 

Desde la ARP, lo niegan: "Hay una parte del campesinado que habla del tema de soberanía, pero no hay tal problema", señaló el presidente Núñez.

 

¿Pondrá el conflicto social un freno a la oleada brasiguaya? Ni siquiera los más críticos del modelo se atreven a afirmarlo: de la frontera depende un negocio millonario que, con beneficios para particulares y Estados, no ha hecho sino expandirse por más de medio siglo.

 

 

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