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HA… CHE RETà PARAGUAY ✓

¿CUÁNDO RETIRARSE?

 

por Alcibiades González Delvalle

No hace mucho reiteré a los alumnos de periodismo la necesidad de una sólida formación porque ellos serán los rectores de la opinión pública. “En manos de ustedes –agregué– estarán los medios de comunicación porque nosotros ya nos estamos yendo”. Se levantó un alumno y respondió: “Así siempre dicen, y nunca se van”. Una risa generalizada rubricó tales expresiones, pasaron como una ocurrencia, pero luego ocuparon totalmente mi pensamiento.   

¿En qué momento debe uno retirarse? ¿Cuál es el límite que tiene un profesional, empresario, político, etc., para quedarse en casa? ¿La edad, los años de servicio? Se descuenta, desde luego, la enfermedad, que a toda ocupación le pone término.   

 

Los médicos recomiendan estar activos para extender lo más posible la salud física y mental. Pero encontrarse sanos ¿es suficiente motivo para vivir clavados a una función anhelada, soñada, esperada quién sabe por cuántos jóvenes para ocuparla con más solvencia, tal vez?

 

Muchas personas viven a la espera de la jubilación en la creencia de que, al fin, serán dueñas de su tiempo. De esta ilusión pronto se despertarán cuando adviertan lo contrario. Por otro lado, la ansiedad del descanso no sería sino un largo rechazo de lo que se viene haciendo. O sea, no tener apego por la profesión u oficio que nos ha tocado en suerte desempeñar. En este caso, la jubilación es un premio. Pero para quien ama el trabajo que hace, y tener que dejarlo, el retiro no es la medalla que se espera.   

 

Vemos, por ejemplo, a muchos empresarios trabajar más horas que sus empleados; cada día empiezan algo nuevo, extienden sus negocios, se desviven por ellos, no obstante la fortuna que ya habían acumulado. Pero, si no estoy demasiado errado, no descansan porque quieren ganar más dinero sino porque se encariñan con sus emprendimientos y estos les mantienen con vida. Sería terrible lo contrario: dejar el pellejo a la vera de la vida solo para amasar más riquezas.   

 

En muchos países, los altos ejecutivos se retiran –lo retiran– a los 65 años con un montón de dinero que les permite, si lo desean, tener su propia empresa o, como los japoneses, convertirse en turistas perpetuos. La iglesia católica limita a 75 años la función activa de sus obispos, cardenales, sacerdotes. Entre nosotros, los ministros de la Corte Suprema y del Tribunal Superior de Justicia Electoral también a los 75 años deben dejar la institución. Hago un paréntesis para sugerir que la futura Constitución Nacional establezca que para acceder a tales cargos la edad mínima sea de 70 años, quedando la máxima así como está hoy.   

 

Retirarse a tiempo es una virtud. La cosa es identificar ese tiempo, salvo el fijado por la Constitución, las leyes y las condiciones físicas y mentales. En rigor, pesa más lo físico porque su deterioro se hace sentir, dice un basta ya, hasta aquí puedo. En cambio, el estado mental tiene un mecanismo más complicado para advertir su destrucción. Podría alguien encontrarse en el colmo de la chifladura y estar convencido de que sus decisiones desatinadas son las más inteligentes y oportunas.   

 

Los acontecimientos en el Magreb y Libia, con dictadores que pretendieron o pretenden eternizarse al frente de sus desdichados países, son, entre otros similares en el mundo, el claro ejemplo de las dificultades que se tienen para el retiro a tiempo. No estuvieron ni están dispuestos a bajar ellos mismos el telón y ganar la paz de su hogar. Antes, incendiar medio mundo.   

 

También en nuestro país, en menor escala, vemos que hay parlamentarios que por nada del mundo dejarían de serlo. No importa que lo que hagan sea del todo perjudicial para la República.   

 

Saber cuándo retirarse podría contener un raro atributo y una brillante inteligencia.   

 

1 comentario

Anónimo -

EUTANASIA EN JÓVENES Y ADULTOS

Por pa'í Oliva -

Graciela Burian es una señora paraguaya que vive en Suecia y pronto nos va a visitar. Me envió la siguiente anécdota, que nos invita a pensar.

"Anoche, mi madre y yo estábamos sentadas en el salón hablando de las muchas cosas de la vida... Entre otras, estábamos hablando del tema del derecho a vivir y/o morir.

Le dije: 'Mamá, nunca me dejes vivir en estado vegetativo, dependiendo de máquinas y líquidos de una botella. Si me ves en ese estado, desenchufa los artefactos que me mantienen viva. Prefiero morir a vivir así'.

Entonces, mi madre se levantó con una cara de admiración... ¡Y me desenchufó el televisor, el devedé, el ordenador, el MP3, el PlayStation 2, la PSP, el Wii, el teléfono fijo, me quitó el móvil, el iPod, el Blackberry y me tiró todas las cervezas!

¡Casi me muero, de verdad!".

¿Qué es lo que da sentido a nuestras vidas? Una buena pregunta para jóvenes y mayores. Un tema sobre el que todos tendríamos que pensar y, tal vez, reflexionar mucho.

No podemos vivir para lo que otros nos ponen como cebo de sus grandes negocios. La vida es superior a todo eso, y una buena dosis de trascendencia, salir de nosotros para aspirar a algo superior, es esencial para vivir en plenitud.

Una búsqueda a la que deberíamos dedicar todo el tiempo que fuera necesario. Pero, ¿quién se atreve a desconectarse de todo a lo que nos hemos encadenado?