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HA… CHE RETà PARAGUAY ✓

CRECEMOS

  • Julio Benegas

Hemos crecido alrededor del 10%. Nuestra economía sinceramente va muy bien.   

En las ciudades se ven grandes cambios: los trabajadores dejan la changa diaria de las revistas pornográficas, los videos Delmer, relojitos Rólex, anteojos Raiban y se han incorporado al trabajo bien pagado, con vacaciones, seguro médico y jubilación.   

Crecemos. No solo los bancos, las constructoras, las inmobiliarias, los reexportadores, las compañías de celulares, las transnacionales del agronegocio, los sojeros y ganaderos ganan como algunos desubicados quieren subrayar.   

Crecemos, todos los días.   

 

Es un placer extraordinario como tomar una Coca Cola zero. Es un sentimiento certificado por el Banco Central del Paraguay.   

 

En este mundo nuevo, desconocido, de gran crecimiento económico, se exploran potencialidades en las ciencias botánicas y médicas (en Medicina se liberó el ingreso para los pobres), nuestros agrónomos están muy cerca de las familias y ya no solo trabajan para los estancieros, los sojeros y las transnacionales.   

 

Todos crecemos: el dinero chorrea por todos lados. Abriremos de nuevo la Plaza Italia a nuestros compatriotas indígenas (patria es humanidad, dice Martí); dejaremos el encierro, el enredo infernal de alambres y circuitos cerrados que nos alejan de la humanidad.   

 

No debemos preocuparnos por la gente quejumbrosa. Tienen el plagueo en la piel. Parecen, sinceramente, porteños: preocupados y apurados por algo aunque nada tengan que hacer.  

 

Crecemos.   

 

De qué quejarse si ahora las cooperativas de producción familiar reciben asistencia del Banco de Fomento y del Ministerio de Agricultura que ya no solo distribuye semilla para que los acopiadores y agro- exportadores ganen mucho, sino que también se establecen asentamientos modernos de gentes que producen de todo.   

 

Este país va bien, muy bien. Cada uno de nosotros tiene mucho más dinero, porque, entre otras cuestiones, los terratenientes pagan un impuesto más justo por sus tierras enormes, los sojeros están acordando aumentar el impuesto a la exportación de 0 a 40%, dinero que será utilizado para más y mejor producción de nuestras semillas, de nuestras verduras, de nuestros ganados familiares y en pequeñas industrias para procesar nuestra materia prima.   

 

También los ganaderos, que apenita crecen -no tanto como todos nosotros-, están de acuerdo con pagar un poquito más su impuesto a la exportación de la carne (de 0 a 20, dijeron).   

 

Todos hemos visto y oído a Néstor Núñez, presidente de la Asociación Rural del Paraguay, extendernos ese mensaje cuando llevara instrumentos agrícolas a un grupo de compatriotas indígenas. Este señor tan desinteresado ha dicho, lo escuché, no les miento: no solo pagarán impuesto a la exportación, sino que, en atención del crecimiento colectivo, también bajarán un 20% el precio de su carne y mejorarán el producto. No solo los ricos merecen esa carnecita deliciosa del Brangus. Lo escuché.   

 

Qué bueeeno, como diría Rubén Rodríguez. Qué bueeeno, crecemos todos los días, en abundancia, en salud, respetando las leyes medioambientales. Se cuidan con franjas boscosas los arroyos, los pueblitos, los caminos vecinales para que el veneno con que fumigan las plantaciones no contamine los arroyos ni la placenta de las embarazadas. No vaya a ser que vengan más chicos deformados al mundo, cuestión, por demás, muy poco divain.   

 

Crecemos, vamos bien. Hace 30 años que este milagro no aparecía por estas hermosas tierras.   

 

Si algún problemita existe en el reparto de la torta, se debe -como lo dice muy bien el economista Manuel Ferreira- a la baja calificación de nuestra gente, cosa que en muy poco tiempo resolveremos con el aumento de los impuestos a los ricos, a través del Impuesto a la Renta Personal, el impuesto a la exportación del ganado, de la soja, al latifundio y su redistribución en sistemas de salud y educación. Muy pronto, en escaso tiempo, en breve, esa gente poco calificada, sospechosa siempre de algún delito, accederá de inmediato a la porción que le corresponde del poco dinero no redistribuido; poquísimo, escaso, casi marginal, pero que, bueeeno, hay que redistribuirlo.   

 

Debemos poner freno a esa gente amante del fracaso que habla siempre de injusticias y desigualdades. Son poquitos al acecho de encontrar rendijas al viento, observando solo la mitad del agua faltante en el vaso y no la mitad rebosante. Deben leer más a Lauro Trevisán -y Paulo Cohelo, me propone un amigo común, Juan Heilborn- para levantarse por las mañanas, exhalando plácidamente el aire puro del jardín y decir: “Ajá, hoy es mi día”.  Crecemos.

27 de Agosto de 2010

 

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