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EL PEATÓN NO EXISTE

EL PEATÓN NO EXISTE

 

  • Pedro Gómez Silgueira

Los dueños de las calles de Asunción son los conductores alocados del transporte público de pasajeros –por no decir chatarras– y los ogros del volante de las camionetas, autos, 4x4 y últimamente las motos. Cuanto más aparatoso el vehículo, se creen amos y señores de la vía pública. La prepotencia es la norma en las calles de la “Madre de Ciudades” y la cortesía es la excepción.   

Es obvio que existen contadas pero excepcionales excepciones, valga la redundancia, por si alguna persona de buenos modales se tome por aludida.   

Pero esta es la percepción generalizada que tiene cualquier peatón cuando empieza a caminar por las veredas del centro asunceno. Tal vez ya ni cuenta se dé, de tan acostumbrado que está. Desplazarse sin vehículo es una batalla que se libra a diario contra la mala educación y la arrogancia de los propietarios de un vehículo motorizado.

 

En una bocacalle con semáforo, por ejemplo, el peatón que se encuentra cruzando a mitad de la calzada debe echarse a correr si empieza a dar verde en la esquina porque los choferes apretarán el acelerador hasta el fondo al darle el verde. ¡Tiro al blanco y sálvese quien pueda!

 

La cortesía es un valor perdido en las calles de Asunción. En muchas ocasiones se pueden ver a ancianos que aguardan prenderse del brazo de algún joven o adulto caritativo para cruzar por temor a acabar bajo una sábana mortuoria.   

 

Ceder el paso es una costumbre de Primer Mundo que para nada se practica en Paraguay. En Montevideo, en Santiago, en cualquier ciudad de los Estados Unidos o Europa y, ni qué decir en el Lejano Oriente, los peatones siempre tienen la preferencia al atravesar una calle, donde no haya semáforo.

 

Cuando el peatón pone el primer pie sobre la calzada –obviamente no a mitad de cuadra, sino sobre la franja peatonal– el automóvil, ómnibus, motocicleta, camión o tractor que venga se detiene y permite pasar a quien va en desventaja, es decir caminando. Aunque hoy ir andando es un hábito saludable.

 

Pero esta es una conducta que no se enseña en las escuelas, ni en las universidades. Es una costumbre y una norma de urbanidad de personas educadas que se trae de la casa, la familia. De cuna, como suele decirse.   

 

Otra pésima costumbre del conductor es que nadie respeta la línea de detención y la franja peatonal queda bajo las cuatro ruedas, vedada a sus genuinos usuarios, los peatones.   

 

El Reglamento General de Tránsito, vigente en Asunción, establece el comportamiento que se debe tener ante el cruce peatonal demarcado sobre la calzada. “Todo conductor que enfrente esta señal deberá disminuir la velocidad y, de ser necesario, detenerse por completo, a fin de ceder el paso a los peatones que se encuentren atravesando la calzada o se dispongan a hacerlo. Podrá continuar la marcha únicamente después de asegurarse que todos los peatones hayan terminado de atravesar la calzada y se encuentren sobre las aceras o en refugios peatonales”.

 

Remata diciendo que la inobservancia de este punto es considerada “falta gravísima”.   

 

Esto, obviamente debe tener vigencia en Marte, porque lo que es en Asunción, es letra más que muerta.   

 

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